sábado, 5 de mayo de 2007

QUERÉTARO EN EL SIGLO XVI








Querétaro en el siglo XVI



Cuando llegó Cortés con su banda de aventureros a la rica y sofisticada ciudad de México Tenochtitlan, no había en el valle de Querétaro más que unas pobres rancherías de los chichimecas pames, rústicos cazadores y recolectores que habitaban las tierras del norte, más allá de los límites de la civilización mesoamericana. Anteriormente habían florecido culturas de filiación mesoamericana en la región; la manifestación arquitectónica más importante es el centro ceremonial de “El Cerrito”, que, por el volumen de su basamento, debe haber sido el núcleo monumental de un asentamiento de tamaño considerable.

Las estructuras parecen haberse levantado en tiempos teotihuacanos tardíos (siglos V-VII), siendo reconstruidos en la primera parte del horizonte tolteca (hacia el siglo X). Durante los siglos X-XII, hubo una contracción del límite septentrional de las culturas mesoamericanas hacia el sur. El valle de Querétaro quedó en manos de los chichimecas hasta el siglo XVI. Es dudoso que la zona de Querétaro haya caído bajo la dominación mexica, a pesar de las afirmaciones de varios historiadores.
Querétaro fue fundado por otomíes del valle del Mezquital (hoy en el estado de Hidalgo y parte del estado de México). Estos antiquísimos y mal entendidos habitantes del altiplano central participaron en todas las grandes culturas prehispánicas de la región. Fueron agricultores, plenamente integrados en la civilización mesoamericana. Al final de la época Prehispánica, la mayor parte de los otomíes rendían tributo al imperio mexica. Guerreros otomíes servían en los ejércitos imperiales.
Después de que los españoles se apoderaron de los valles centrales en la década de los 1520, un grupo de otomíes de la provincia de Jilotepec, bajo el liderazgo del mercader Conín, se refugiaron en el Bajío, primero en la futura villa de San Miguel el Grande, después en el lugar llamado hoy La Cañada, al oriente de la ciudad de Querétaro. Conni había tenido lucrativas relaciones comerciales con los chichimecas de la región desde hacía algún tiempo. Los otomíes sembraron maíz, frijol y chile para su sustento y para dar a sus vecinos chichimecas. Así los encontró Hernán Pérez de Bocanegra, encomendero de Acámbaro. Viendo que vivían en plena autonomía, convenció a Conni, con regalos y palabras, que estos otomíes debían tributarle algo del fruto de sus labores agrícolas. Los chichimecas pensaron matar a Conni, por su amistad con el invasor blanco, pero este otomí sutil les hizo regalos y los tranquilizó. Pérez de Bocanegra trajo un fraile franciscano para bautizar a los otomíes y chichimecas del lugar.
A Conín se le atribuye la fundación del pueblo; desgraciadamente los documentos más auténticos no especifican claramente el año. Dos siglos después el cronista franciscano Beaumont analizó varios documentos antiguos y concluyó que "el más probable cómputo de su primitiva fundación con los bárbaros chichimecas" es el año de 1531. Muchos historiadores han tomado esta fecha como "oficial" desde entonces. Es probable que la integración del pueblo en el sistema novohispano, cuando llegó Pérez de Bocanegra, haya sido entre 1538 y 1542.
Hay otra relación de la fundación de Querétaro, el de Nicolás de San Luis, cacique otomí y pariente político de Conni, quien tuvo un papel importante en la conquista y colonización de la región. Allí se encuentra la famosa leyenda de la lucha sin armas en el cerro de Sangremal y la milagrosa aparición del Apóstol Santiago; sin embargo los obvios anacronismos que contiene esta relación le quitan valor como fuente histórica fidedigna.
Llegaron números considerables de otomíes a Querétaro, así como algunos tarascos y nahuas. Conni mandó crear un sistema de acequias para aprovechar las aguas que salían de La Cañada. Repartió las tierras del valle, reservando grandes propiedades para sí mismo y su familia. Cuando se abrió el camino real a Zacatecas, hacia 1550, creció la importancia de Querétaro, por su ubicación estratégica entre la capital de la Nueva España y la zona minera al norte. Querétaro fue esencialmente un pueblo de indios en el siglo XVI; sin embargo, para 1586 el franciscano Ciudad Real reportó que había más de setenta vecinos españoles, dedicados a la ganadería y la agricultura.
Estalló la Guerra Chichimeca en 1550. Fue esencialmente una reacción de los nómadas ante la invasión de sus tierras, que resultó de la colonización intensiva del Bajío y las zonas mineras del norte. Este conflicto cruel duró hasta 1590 y aún después en algunos lugares, como la sierra Gorda. Los españoles se valieron, como había hecho Cortés, de aliados indígenas que pertenecían a diferentes grupos étnicos.

Los otomíes tuvieron un papel clave en esta lucha y en la expansión de la civilización hispano-indígena hacia el norte. Los caciques indígenas recibieron importantes nombramientos y privilegios de los virreyes. Destacan entre estos conquistadores otomíes los tres capitanes generales: Nicolás de San Luis, Hernando de Tapia (Conni) y su hijo Diego de Tapia. Los dos últimos fueron gobernadores de Querétaro, que parece haber servido como una importante base de operaciones para los ejércitos indígenas. Querétaro quedaba en plena tierra de guerra.
Durante la segunda mitad del siglo tuvo que sufrir los ataques de los hostiles nómadas. Finalmente los chichimecas fueron vencidos, no por la "guerra a fuego y a sangre", sino por una sutil mezcla de la fuerza de las armas y la diplomacia, con abundantes regalos de comida, ropa y otros bienes. Fueron congregados en pueblos, junto con indios civilizados del sur, y puestos bajo la tutela religiosa de los frailes. Así los españoles y sus aliados indígenas se adueñaron del Bajío y las zonas mineras del Norte).
La evangelización de la región empezó, como vimos, con el bautizo de los otomíes y chichimecas que vivían en La Cañada. Juan Sánchez de Alanís, quién llegó como "criado" de Pérez de Bocanegra, tuvo un papel importante en la conversión de los indígenas. Después Sánchez fue ordenado como sacerdote. Este español conocía el idioma otomí y alguna de las lenguas chichimecas. Conni hizo bautizar a todos los indios que llegaban a la creciente población; iba a misa cada día y castigaba a los indios que no asistían al rito los domingos y días festivos.
Los franciscanos se encargaban de cristianizar y administrar los sacramentos a los habitantes del pueblo de Querétaro. Desconocemos la fecha precisa de la fundación del convento de Santiago. De la década de 1580-1590 hay menciones en los documentos de un conjunto conventual completo, de sólida mampostería, con un claustro amplio que permitía estudios de teología, artes y gramática. Se construyó durante el gobierno de Conni; por lo tanto debe de haberse terminado antes de 1571, año de su muerte.
Los franciscanos, durante la primera etapa de la evangelización, fueron en realidad bastante radicales. Quisieron crear, en los pueblos de indios, comunidades cristianas utópicas modeladas en la Iglesia primitiva.
Encontraban en la cultura indígena valores semejantes a los propios, alentando sus esperanzas de crear una nueva sociedad, libre de las enfermedades morales y la corrupción que contaminaban al Viejo Mundo. Esta corriente idealista perdió vigor en la última mitad del siglo XVI, por varios motivos: la oposición del clero secular, que poco a poco iba desplazando a los frailes; cambios en la política real hacia las colonias y la decadencia dentro de las órdenes mendicantes, junto con la pérdida del celo apostólico de los primeros años.
No hay pruebas concretas que nos indiquen cuando se trazó el asentamiento hacia el lado oeste del cerro de Sangremal, eclipsando así a La Cañada como el centro de Querétaro. Posiblemente fue en la década de 1541-1550.
Las manzanas de la nueva población fueron trazadas por Juan Sánchez de Alanis "en forma de un juego de ajedrez, con muy grandes y espaciosas calles y puestas por muy bien concierto y orden", según la Relación geográfica de Querétaro, escrita en 1582.
Un análisis de la traza urbana, --más o menos intacta-- de Querétaro, de forma reticular, revela que allí, como en la mayor parte de los asentamientos novohispanos, se aplicaron las teorías urbanísticas del renacimiento italiano. El convento de los frailes franciscanos, con su amplio atrio, quedaba al centro del pueblo, como era usual en los pueblos de indios.
El diseño urbano de Querétaro es excepcional, sin embargo, en la relativa irregularidad de las calles atrás (al oriente) del convento y en el hecho de que la plaza quedaba a un lado del atrio conventual, en lugar de ubicarse sobre el eje longitudinal de la iglesia.
La ciudad barroca de Querétaro
De un pequeño pueblo de indios, Querétaro creció hasta convertirse en el siglo XVII en la tercera ciudad de la Nueva España, por el número de sus habitantes. Hay varias descripciones de Querétaro en los documentos de los siglos XVII y XVIII. A continuación citaré algunos de estos escritos. Pasear por las calles de Querétaro era una experiencia estética de primer orden, como fácilmente podemos percibir a través de las fuentes literarias que siguen.
La primera de las descripciones seleccionadas fue redactada por el fraile franciscano Alonso de La Rea. Fue impresa en la ciudad de México en 1643. A mediados del siglo XVII Querétaro estaba en pleno crecimiento.
Llegaban muchos colonos desde las poblaciones hacia el sur. Probablemente tenía más de 5,000 habitantes en estos años, entre los indios (siempre una mayoría en el Querétaro barroco), los españoles, los negros y las personas de sangre mezclada.