domingo, 12 de agosto de 2007

EL HOMBRE DE VITRUVIO


EL HOMBRE DE VITRUVIO
LA DIVINA PROPORCIÓN

En su Studio (Real Academia de Venecia), también conocido como El hombre de Vitruvio, Leonardo da Vinci realiza una visión del hombre como centro del Universo al quedar inscrito en un círculo y un cuadrado. El cuadrado es la base de lo clásico: el módulo del cuadrado se emplea en toda la arquitectura clásica, el uso del ángulo de 90º y la simetría son bases grecolatinas de la arquitectura. En él se realiza un estudio anatómico buscando la proporcionalidad del cuerpo humano, el canon clásico o ideal de belleza. Sigue los estudios del arquitecto Vitrubio (Marcus Vitruvius Pollio ) arquitecto romano del siglo I a.c. a quien Julio Cesar encarga la construcción de máquinas de guerra. En época de Augusto escribió los diez tomos de su obra De architectura, que trata de la construcción hidráulica, de cuadrantes solares, de mecánica y de sus aplicaciones en arquitectura civil e ingeniería militar. Vitrubio tuvo escasa influencia en su época pero no así en el renacimiento ya que fue el punto de partida de sus intentos y la justificación de sus teorías. Su obra fue publicada en Roma en 1486 realizándose numerosas ediciones como la de Fra Giocondo en 1511, Venecia o la de Cesare Cesarino en 1521, Milán, dedicada a Francisco I. Parece indudable que Leonardo se inspiró en el arquitecto romano.
La Proporciones del Hombre de Vitruvio
“Vitrubio el arquitecto, dice en su obra sobre arquitectura que la naturaleza distribuye las medidas del cuerpo humano como sigue: que 4 dedos hacen 1 palma, y 4 palmas hacen 1 pie, 6 palmas hacen 1 codo, 4 codos hacen la altura del hombre. Y 4 codos hacen 1 paso, y que 24 palmas hacen un hombre; y estas medidas son las que él usaba en sus edilicios. Si separas la piernas lo suficiente como para que tu altura disminuya 1/14 y estiras y subes los hombros hasta que los dedos estén al nivel del borde superior de tu cabeza, has de saber que el centro geométrico de tus extremidades separadas estará situado en tu ombligo y que el espacio entre las piernas será un triángulo equilátero. La longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura. Desde el nacimiento del pelo hasta la punta de la barbilla es la décima parte de la altura de un hombre; desde la punta de la barbilla a la parte superior de la cabeza es un octavo de su estatura; desde la parte superior del pecho al extremo de su cabeza será un sexto de un hombre. Desde la parte superior del pecho al nacimiento del pelo será la séptima parte del hombre completo. Desde los pezones a la parte de arriba de la cabeza será la cuarta parte del hombre. La anchura mayor de los hombros contiene en sí misma la cuarta parte de un hombre. Desde el codo a la punta de la mano será la quinta parte del hombre; y desde el codo al ángulo de la axila será la octava parte del hombre. La mano completa será la décima parte del hombre; el comienzo de los genitales marca la mitad del hombre. El pie es la séptima parte del hombre. Desde la planta del pie hasta debajo de la rodilla será la cuarta parte del hombre. Desde debajo de la rodilla al comienzo de los genitales será la cuarta parte del hombre. La distancia desde la parte inferior de la barbilla a la nariz y desde el nacimiento del pelo a las cejas es, en cada caso, la misma, y, como la oreja, una tercera parte del rostro».
La anterior es la traducción completa del texto que acompaña al Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci. En realidad es una traducción de las palabras de Vitrubio pues el dibujo de Leonardo fue originalmente una ilustración para un libro sobre las obras de Vitrubio. El Hombre de Vitruvio es probablemente una de las imágenes más famosas y reconocibles de Leonardo. (En El Código Da Vinci es también la obra de Da Vinci favorita de Sophie Neveu y es asimismo la postura en la que su abuelo. iacques Sauniére. colocó su cuerpo antes de morir).
Carteles con la imagen del hombre con dos pares de brazos extendidos y dos pares de piernas también extendidas han adornado muchas paredes durante al menos un par de generaciones. Vitruvio fue un escritor, ingeniero y arquitecto romano de finales del siglo 1 a. de C. y principios del siglo 1 de nuestra era. Su único libro existente, De Architectura, contiene diez enormes capítulos enciclopédicos en los cuales trata distintos aspectos de la planificación, ingeniería y arquitectura de la ciudad romana, pero también una sección acerca de las proporciones humanas. Su redescubrimiento y su renovado auge durante el Renacimiento alimentaron el crecimiento del clasicismo durante aquel periodo, e incluso en los posteriores.La composición del Hombre de Vitruvio, tal y como fue ilustrada por Leonardo da Vinci, se basa por entero en el tratado del propio Vitruvio citado anteriormente sobre las dimensiones del cuerpo humano, que ha probado ser en buena parte conecto. El énfasis se pone, al construir la composición, en la racionalización de la geometría, por medio de la aplicación de números enteros pequeños.
El hombre de Vitrubio es un claro ejemplo del enfoque globalizador de Leonardo que se desarrolló muy rápidamente durante la segunda mitad de la década de 1480. Trataba de vincular la arquitectura y el cuerpo humano, un aspecto de su interpretación de la naturaleza y del lugar de la humanidad en el "plan global de las cosas". En este dibujo representa las proporciones que podían establecerse en el cuerpo humano (por ejemplo, la proporción áurea). Para Leonardo, el hombre era el modelo del universo y lo más importante era vincular lo que descubría en el interior del cuerpo humano con lo que observaba en la naturaleza.
LA DIVINA PROPORCIÓN
Durante los últimos siglos, creció el mito de que los antiguos griegos estaban sujetos a una proporción numérica específica, esencial para sus ideales de belleza y geometría. Dicha proporción es conocida con los nombres de razón áurea ó divina proporción. Aunque recientes investigaciones revelan que no hay ninguna prueba que conecte esta proporción con la estética griega, esta sigue manteniendo un cierto atractivo como modelo de belleza.
Matemáticamente nace de plantear la siguiente proporcionalidad entre dos segmentos y que dice así: "Buscar dos segmentos tales que el cociente entre el segmento mayor y el menor sea igual al cociente que resulta entre la suma de los dos segmentos y el mayor"

Sean los segmentos:
A: el mayor y B el menor, entonces planteando la ecuación es:
A/B =(A+B)/A
Cuando se resuelve se llega a una ecuación de 2do. Grado que para obtener la solución hay que aplicar la resolvente cuadrática.
El valor numérico de esta razón, que se simboliza normalmente con la letra griega "fi" es:
LA SECCIÓN ÁUREA
Los griegos de la antigüedad clásica creían que la proporción conducía a la salud y a la belleza. En su libro Los Elementos (300 a. C.), Euclides demostró la proporción que Platón había denominado «la sección», y que más tarde se conocería como «sección áurea». Ésta constituía la base en la que se fundaba el arte y la arquitectura griegos; el diseño del Partenón de Atenas está basado en esta proporción. En la Edad Media, la sección áurea era considerada de origen divino: se creía que encarnaba la perfección de la creación divina. Los artistas del Renacimiento la empleaban como encarnación de la lógica divina. Jan Vermeer (1632-1675) la usó en Holanda; pero, años después, el interés por ella decreció hasta que, en 1920, Piet Mondrian (1872-1944) estructuró sus pinturas abstractas según las reglas de la sección áurea.
También conocido como la Divina Proporción, la Media Áurea o la Proporción Áurea, este ratio se encuentra con sorprendente frecuencia en las estructuras naturales así como en el arte y la arquitectura hechos por el hombre, en los que se considera agradable la proporción entre longitud y anchura de aproximadamente 1,618. Sus extrañas propiedades son la causa de que la Sección Áurea haya sido considerada históricamente como divina en sus composiciones e infinita en sus significados. Los antiguos griegos, por ejemplo, creyeron que el entendimiento de la proporción podría ayudar a acercarse a Dios: Dios «estaba» en el número.
Sin duda alguna. Es cierto que la armonía se puede expresar mediante cifras, tanto en espacios pictóricos o arquitectónicos, como en el reino de la música o, cómo no, en la naturaleza. La armonía de la Sección Áurea o Divina Proporción se revela de forma natural en muchos lugares. En el cuerpo humano, los ventrículos del corazón recuperan su posición de partida en el punto del ciclo rítmico cardiaco equivalente a la Sección Áurea. El rostro humano incorpora este ratio a sus proporciones. Si se divide el grado de inclinación de una espiral de ADN o de la concha de un molusco por sus respectivos diámetros, se obtiene la Sección Áurea. Y si se mira la forma en que crecen las hojas de la rama de una planta, se puede ver que cada una crece en un ángulo diferente respecto a la de debajo. El ángulo más común entre hojas sucesivas está directamente relacionado con la Sección Áurea.

En arte y la arquitectura también se han usado con extraordinarios resultados las famosas propiedades armoniosas de a Sección Áurea. 1 Las dimensiones de la Cámara Real de la Gan Pirámide se basan en la Sección Áurea; el arquitecto Le Corhusier diseño su sistema Modulor basándose en la utilización de la proporción áurea, el pintor Mondrian basó la mayoría de sus obras en la Sección Áurea: Leonardo la incluyó en muchas de sus pinturas y Claude Dehussy se sirvió de sus propiedades en la música. La Sección Áurea también surge en algunos lugares inverosímiles: los televisores de pantalla ancha, las postales, las tarjetas de crédito y las fotografías se ajustan por lo común a sus proporciones. Y se han llevado a cabo muchos experimentos para probar que las proporciones de los rostros de las top models se adecuan más estrechamente a la Sección Áurea que las del resto de la población. lo cual supuestamente explica por qué las encontramos bellas.
Luca Pacioli, un amigo de Leonardo da Vinci al que conoció mientras trabajaba en la corte de Ludovico Sforza, duque de Milán, escribió un tratado crucial sobre la Sección Áurea, titulado De divina proportione. En este libro, Pacioli intenta explicar el significado de la Divina Proporción de una forma lógica y científica, aunque lo que él creía era que su esquiva cualidad reflejaba el misterio de Dios. Esta y otras obras de Pacioli parece que influyeron profundamente a Leonardo, y ambos se convirtieron en amigos inquebrantables, trabajando incluso juntos sobre problemas matemáticos. El uso de la Sección Áurea es evidente en las obras principales de Leonardo, quien mostró durante mucho tiempo un gran interés por las matemáticas del arte y de la naturaleza. Como el brillante Pitágoras antes que él, Leonardo hizo un estudio en profundidad de la figura humana, demostrando que todas las partes fundamentales guardaban relación con la Sección Áurea. Se ha dicho que la gran pintura inacabada de Leonardo, San Jerónimo, que muestra al santo con un león a sus pies, fue pintada en un intencionado estilo para asegurarse de que un rectángulo dorado (véase entrada) encajara perfectamente alrededor de la figura central. Dada la afición de Leonardo por la «geometría recreativa», esto parece una suposición razonable También el rostro de la Mona Lisa encierra un rectángulo dorado perfecto.
Después de Leonardo, artistas como Rafael y Miguel Ángel hicieron un eran uso de la Sección Áurea para construir sus obras. La impresionante escultura de Miguel Ángel El David se ajusta en varios sentidos a la Sección Áurea, desde la situación del ombligo con respecto a la altura, hasta la colocación de las articulaciones de los dedos.
Los constructores de las iglesias medievales y góticas y de las catedrales europeas también erigieron estas asombrosas estructuras para adaptarse a la Sección Aurea. En este sentido, Dios realmente estaba en los números.
LA SECUENCIA FIBONACCI
En el suelo del lugar donde se encuentra el cuerpo de Jacques Sauniére al comienzo del libro hay escritos algunos números. Sophie, su nieta, reconoce la secuencia numérica y la interpreta como una señal de su abuelo, aunque lleva su tiempo que emerja su completa significación. Una vez que ella tiene la llave de la caja de depósitos del banco y comprende que necesita un número de cuenta para tener acceso a ella, las cifras se ordenan ascendentemente para darle la solución.
La secuencia de Fibonacci es una secuencia infinita de número que comienza por: 1, 1, 2, 3, 5,8,13..., en la que cada uno de ellos es la suma de los dos anteriores.
Así: 2=1+1, 3=2+1, 5=3+2, 13=8+5 . Para cualquier valor mayor que 3 contenido en la secuencia, la proporción entre cualesquiera dos números consecutivos es 1,618, o Sección Áurea.
La secuencia de Fibonacci se puede encontrar en la naturaleza, en la que la flor del girasol, por ejemplo, tiene veintiuna espirales que van en una dirección y treinta y cuatro que van en la otra; ambos son números consecutivos de Fibonacci. La parte externa de una piña piñonera tiene espirales que van en sentido de las manecillas del reloj y otras que lo hacen en sentido contrario, y la proporción entre el número de unas y otras espirales tiene valores secuenciales de Fibonacci. En las elegantes curvas de una concha de nautilus, cada nueva circunvolución completa cumplirá una proporción de 1: 1,618, si se compara con la distancia desde el centro de la espiral precedente.
Leonardo Fihonacci nació en Pisa. Italia, en 1170. Creció y fue educado en Bugia, norte de África (hoy llamada Bejaia, en Argelia), desde donde regresó a Pisa alrededor del año 1200. Fihonacci fue sin duda influido y posiblemente enseñado por matemáticos árabes durante este su periodo más formativo. Escribió muchos textos matemáticos e hizo algunos descubrimientos matemáticos significativos, lo que ayudó a que sus trabajos fueran muy populares en Italia y a que le prestara atención el Sacro Emperador Romano del momento Federico II. quien lo invito a su corte de Pisa. Fibonacci murió en 1250.

LEONARDO DA VINCI


LEONARDO DA VINCI
Las puertas de la botegga, el prestigiado taller del maestro Andrea del Verrocchio, se abrían cada mañana y los curiosos podían admirar las pinturas y esculturas. Aprendices somnolientos recogían la paja donde dormían y se preparaban para continuar con sus obras. Uno de ellos era Leonardo, de escasos 15 años, quien solía pasearse por las calles de Florencia comprando pájaros enjaulados para liberarlos. Por las noches amenizaba reuniones tocando magistralmente un laúd que él mismo había construido. Y a menudo hacía de lado sus tareas artísticas y se ponía a fantasear con volar.
Genio universal; ícono del Renacimiento; primero en todo; pintor perfeccionista; arquitecto que proyectó una ciudad perfecta; escultor monumental, ingeniero diseñador de puentes plegadizos; inventor de fantásticas máquinas; científico que hizo aportaciones a la anatomía, la geología, las matemáticas, la física y la filosofía, y hasta creador de la alta cocina. Éstas son algunas de las imágenes que nos han llegado de Leonardo da Vinci (1452-1519), aunque en realidad no estamos seguros de que tuviera tantísimas habilidades, porque fue un hombre difícil de visualizar en todas sus facetas y la reconstrucción de su vida se ha hecho únicamente a través de su obra y sus cuadernos de notas, de unas 13 mil páginas, donde se descubrió al Leonardo interesado en la ciencia y en la ingeniería.Con la muerte de Leonardo, los cuadernos pasaron a manos del pintor aristócrata Francesco Melzi, quien se propuso ordenar y publicar las notas tal como lo hubiera querido su maestro. Sólo logró publicar el tratado de pintura y a su muerte heredó las notas a su hijo Orazio, quien no valoraba este legado y las regaló a distintas familias nobles así como a pontífices. En esta travesía se perdieron más de la mitad de las notas y quedaron muchas otras sueltas que resultan casi imposibles de reconstruir
Creador de máquinas
Con una mirada innovadora, Leonardo se consagró a la idea de experimentar en distintas ramas de la ciencia y constantemente se trazó nuevos retos para satisfacer su carácter curioso y analítico.
Dejaba de lado sus habilidades como pintor y aplicaba sus dotes científicas y técnicas para buscar, con insistencia, las formas de resolver problemas cotidianos.
Leonardo inició su formación como artista en la bottega de Verrocchio, uno de los dos talleres artísticos con más prestigio en Florencia, adonde su padre lo llevó a los 13 años de edad. Rápidamente superó su posición de aprendiz y fue incluso más reconocido que su maestro por su sorprendente habilidad en la técnica y en la expresión de sus personajes.
Aunque no hay evidencia escrita de que durante su estancia en la bottega Leonardo hubiera diseñado máquinas, sí existe un manuscrito, fechado en 1478, donde hay trazos de algunos mecanismos sencillos, lo que habla de su incipiente interés en la ingeniería.En ese tiempo la mayoría de los artistas no podía sobrevivir sin el apoyo económico de un mecenas y la familia con la más alta posición en Florencia era la de los Médicis. Aunque Leonardo no era muy bien visto por el jefe de esta familia, Lorenzo (quien nunca le hizo ningún encargo ya que prefería a Miguel Ángel, quien vivía con ellos desde muy niño), consiguió encargos muy importantes en los que ejercía su estilo propio, lo que le permitió separarse de Verrocchio en 1477 y sostenerse económicamente.
No obstante que en Florencia Leonardo se codeaba con grandes pensadores y artistas, vivía una crisis emocional que lo mantenía insatisfecho con todo lo que hacía. Esa crisis se agudizó después de que se le acusara de sodomía contra un tal Jacopo Saltarelli, posiblemente por motivos políticos. Junto con Leonardo otros fueron acusados, entre ellos un pariente de los Médicis; al parecer lo que se buscaba era desacreditar a esta poderosa familia. Aunque el fallo declaró inocente a Da Vinci, su vida social se vio ensombrecida. Desilusionado, a los 30 años Leonardo decidió partir a Milán para renovar su arte y plantearse nuevos retos.
Hacia 1482 fue acogido por el duque Ludovico Sforza, no se sabe si gracias a la recomendación de Lorenzo de Médicis —quien curiosamente lo recomendaba como músico y no como pintor, quizá para mantenerlo lejos— o a una carta que Leonardo envió a Ludovico donde enumeraba, entre otras cosas, su capacidad para construir fuertes, puentes, bombardas, túneles, carros resistentes a la artillería, morteros, catapultas y navíos de defensa. Dice en este texto: “En resumen, sea cual sea la situación puedo inventar una variedad de máquinas ofensivas y defensivas… puedo realizar esculturas en mármol, bronce y arcillas; y, en pintura, puedo hacer cualquier trabajo como cualquiera, sea quien sea”. En la corte de Milán, Leonardo aprovechó al máximo el mecenazgo y se dedicó a cultivar su conocimiento.
Pasaba días enteros en la Universidad de Pavía, donde leía libros que hablaban de construcción de fortalezas, máquinas de guerra y artes militares. Luca Paccioli, reconocido matemático, también atrajo el interés de Leonardo y correspondió a su amistad. A juzgar por las notas que nos legó, Da Vinci no era muy bueno con los cálculos matemáticos pero sabía que eran fundamentales y lo expresó así: “Quien niegue la certeza suprema de las matemáticas, fomenta la confusión y nunca podrá desautorizar las contradicciones de las falsas ciencias que conducen a una eterna charlatanería…”
Durante toda la vida Leonardo y Luca fueron amigos y escribieron juntos la Divine proportione (1498), obra que ha significado la base de la armonía y de la proporción en diferentes expresiones artísticas occidentales (véase “La divina proporción”, ¿Cómo ves?, No. 65). Cuando Leonardo leyó textos clásicos, principalmente de Aristóteles y Arquímedes, desarrolló un profundo interés por la mecánica. Retomó dos procedimientos básicos: la experiencia y el cálculo, que lo ayudarían a profundizar en sus propias teorías y pensar en cómo mejorarlas.Una de sus primeras notas sobre mecánica —basadas en los textos de Arquímedes— fue sobre las causas del movimiento, y en sus bocetos comenzó a experimentar con la combinación de dispositivos mecánicos. Esto se aprecia en sus primeros diseños de máquinas, que no sólo optimizaban el movimiento y reducían la fuerza de los trabajadores, sino que resultaron una verdadera innovación a la ingeniería de aquella época.
A volar se ha dicho

Una de las pocas cosas personales que se encuentran en los cuadernos de notas de Leonardo es una historia en la que cuenta cómo siendo niño estaba recostado y un ave bajó y tocó sus labios con la cola. Quizá fue a partir de ese momento que soñó con poder volar. Y en su empeño por lograrlo, investigaba cuáles serían las alas perfectas para una máquina voladora: las alas con plumas o las de membranas, como las de los murciélagos. También experimentaba con aves disecadas y hacía anotaciones precisas de su anatomía. Es fácil imaginarlo observando durante horas el vuelo de las aves y dibujando un pajarillo con el más puro sentido didáctico.

Leonardo dedicó muchos años de su vida a escribir sus investigaciones en el Códice sobre el vuelo de las aves, que forma parte de sus notas; es un manuscrito de 18 hojas por ambas caras, detalladamente ilustrado con dibujos técnicos y explicaciones sobre el vuelo de las aves. Da Vinci realizó este Códice en dos periodos: el primero entre 1482 y 1499, y el segundo a partir de 1503 y hasta su muerte. En esta obra describe lo que para él significaba la “verdadera ciencia” o “ciencia sensible” basada en la experimentación y en la observación:

“Para explicar como verdadera ciencia el movimiento de los pájaros en el aire es necesario conocer antes la ciencia de los vientos, la cual demostraremos mediante el movimiento del agua. Y esta ciencia sensible nos servirá para alcanzar el conocimiento del comportamiento de las aves en el aire”.

Leonardo pensaba que para hacer volar a un hombre tenía que construir un artefacto que imitara el vuelo de un ave e inyectara la fuerza que faltaba para que el aparato mantuviera el equilibrio. Planteó que el vuelo del ave era como una ecuación matemática y que los humanos, con nuestra inteligencia, podríamos resolver el problema de volar de la misma manera.

Pero una vez que observó detalladamente las alas de las aves llegó a la conclusión de que no servirían para una máquina voladora: no serían seguras porque entre sus plumas se filtraría el aire y se desestabilizaría el aparato.

Las alas del murciélago, en cambio, le parecieron las más adecuadas. Anotó que debía dividir la fuerza de las alas en cuatro puntos para que el cuerpo volador las usara a su antojo según la maniobra; a veces ésta podría estar dividida equitativamente entre las cuatro extremidades para un movimiento regular, en otras sería más conveniente que las alas se usaran en forma desigual pero continua para producir un vuelo circular. Para facilitar el libre movimiento de esta máquina debía diseñar un pequeño timón que pudiera mover y dirigir un objeto mucho más grande sin contratiempos.

Leonardo consideraba que el viento sería una herramienta que facilitaría levantar el vuelo e incluso que en alguna maniobra complicada éste ayudaría a mantener el equilibrio. Debían aprovecharse las corrientes de aire para planear porque, según observó, las aves dejaban de aletear y planeaban sobre las condensaciones de aire que se formaban en la atmósfera. En sus notas aclara, además, que no debía usarse nunca el metal —“bandas de acero”— porque se desgastaría fácilmente y las uniones quedarían muy frágiles. En cambio, recomienda piel curtida para las articulaciones del ala y ramas de cuerdas de seda para el resto de la máquina.

Da Vinci realizó varios modelos de máquinas voladoras (o “naves del aire” como él las llamaba), entre ellas:

• La máquina para batir alas, que fue uno de sus primeros acercamientos a la fuerza que ejercería un hombre para mover unas alas por medio de una palanca que multiplicaría su fuerza.

• La máquina con pedales, en la que un tripulante en posición vertical movería las alas empujándolas con la cabeza en una barra, haciendo girar dos manivelas con las manos y accionando dos pedales con el peso de su cuerpo. Según sus cálculos, el hombre podría generar una fuerza equivalente de 200 kilogramos.

• El paracaídas, constituido por bolsas de aire que debían unirse “como cuentas de un rosario”. Las bolsas formarían una especie de pirámide cuadrangular, cuya base y altura medían 7.20 metros.
Se suponía que un hombre podía lanzarse con ella desde una altura de siete metros y no resultaría herido.

• El planeador, lo que él llamaba “ave gigantesca” y soñaba con lanzar desde el monte Ceceri, cerca de Florencia. Ésta es la base de lo que se conoce como ala delta.


Claves para levantar el vuelo

Los numerosos bosquejos de máquinas voladoras y vehículos que Da Vinci diseñó y que estaban dispersos en sus notas, muestran cómo le atraían particularmente los problemas relacionados con la locomoción.

Las ideas de mecánica que retomó y desarrolló, lo que podríamos llamar su “código de mecánica”, comprendían dispositivos básicos como la rueda, la polea, el tornillo, la palanca y el engrane. Si bien fueron de uso común desde siglos antes, él experimentó con ellos y realizó cambios para mejorarlos. También los combinó de muchas formas para crear máquinas e inventos novedosos.
Estos dispositivos —también llamados máquinas simples— fueron la base para que Leonardo pudiera experimentar con distintos diseños de maquinas voladoras y reflexionara sobre la teoría científica que estaba detrás.

Él utilizaba las ruedas para emprender estudios sistemáticos de la fricción y observó la fuerza que podía inyectarle una rueda pequeña que da muchas vueltas a otra más grande que gira más lento pero con mucha mayor fuerza. Un ejemplo es el ornitóptero vertical, un mecanismo con alas que debía emular el funcionamiento de un ave.

En muchos de sus bocetos de máquinas voladoras Leonardo incluye poleas y palancas para levantar objetos pesados. Aunque él no inventó la polea, la estudió desde el punto de vista científico; se esforzaba por conocer los secretos de la conversión del movimiento y de la transmisión de la fuerza. La polea invierte la dirección de una fuerza y cuando dos o más poleas se conectan, permiten que una carga pesada se levante con menos fuerza.







Da Vinci hasta en la sopa

Un individuo de nombre Pasquale Pisapia, al que nadie ha podido localizar, aseguró que en 1981 encontró en Rusia, junto al cuadro Madonna Litta, un manuscrito perdido de Leonardo da Vinci. Pisapia puso la siguiente nota en el encabezado de lo que llamó Códice Romanoff: “Este es un trabajo que yo, Pasquale Pisapia, he copiado del manuscrito de Leonardo da Vinci que se encuentra en el Museo Hermitage de Leningrado”. El cuadro pertenecía a la familia Visconti y en 1865 fue adquirido por el zar Alejandro II. Los rusos y las autoridades del museo han desmentido que el manuscrito sea genuino. Según Pisapia, éste contiene exquisitas recetas que delatan a Da Vinci como el creador de la alta cocina. Y no sólo eso, asegura que la mayoría de las máquinas diseñadas por Leonardo eran instrumentos para cocinar, como la simpática afirmación de que su diseño de la artillería de ocho cañones es una cortadora de huevos. Pero si de verdad lo fuera, se habrían encontrado notas acerca de un tratado sobre el huevo y otros alimentos, que diera cuenta de investigaciones sobre su forma, su constitución, grado de cocción y demás características. La triste realidad es que la mayoría de los diseños que aparecen en ese supuesto códice corresponden a máquinas de guerra, y esto se sabe por las notas originales de Leonardo que se han recuperado, a la historia de la época en la que vivió y las cartas que Da Vinci envió a diferentes personalidades de la corte y en las que describía cada una de sus intenciones al diseñar esas y otras máquinas.

Hasta ahora, la interpretación que tenemos de Leonardo se basa exclusivamente en sus notas y en sus obras artísticas. La única persona que hizo una biografía de él durante la época en la que vivió fue Giorgio Vasari, tal vez el más grande biógrafo de las principales figuras del Renacimiento. En su libro Vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos, no resalta en ninguna parte las supuestas dotes de Leonardo para el diseño de instrumentos de cocina.

Asimismo utilizó la palanca, que puede multiplicar ya sea la fuerza aplicada o bien la distancia sobre la cual se aplica la fuerza, en su experimento de ala artificial. Creyó que si la persona que la probaba empujaba la palanca hacia abajo lo más rápido posible, el ala conectada con ésta bajaría y luego se levantaría en el aire, cargando el peso aproximado de un hombre.

Otro dispositivo que aparece en sus notas es el tornillo, un eje envuelto con una rosca o surco para formar una hélice. Mientras gira, un tornillo convierte un movimiento rotacional en uno que avanza o retrocede aplicando una fuerza muy grande con muy poco esfuerzo. Esta máquina, simple sin duda, formó parte de uno de los más conocidos proyectos de mecánica de Leonardo, el “helicóptero” o tornillo aéreo. En éste se utilizaba un madero con forma de tornillo a lo largo del cual se impulsaba hacia arriba un dispositivo de palas hechas de caña, paño de lino y alambre. El helicóptero se diferencia de las otras máquinas porque fue planeado para el estudio de la eficiencia de tracción de la hélice y no como una verdadera máquina de vuelo. La mención específica del tornillo consolida la presunción de que este modelo era realmente una representación del juguete del molino de viento, que era ya popular en su época.

El sueño hecho realidad

No tenemos noticias de que alguna de las máquinas voladoras de Leonardo tuviera éxito, y él nunca pudo concretar su sueño de volar. Muchas personas pensaban que la mayoría de sus máquinas, en especial las de volar, no servirían.
Con el deseo de realizar el sueño de Leonardo, en el año de 2003, en Inglaterra, Steve Roberts y Martin Kimm, famosos por reconstruir máquinas que fueron hitos en la aviación, se dieron a la tarea de construir en tres meses el planeador, utilizando los planos originales, los materiales de la época y mucha paciencia para descifrar los códigos dentro de los dibujos de Da Vinci.

Entre los múltiples dibujos del ala optaron, al igual que Leonardo, por usar como modelo la de un murciélago, y le agregaron una cola y un arnés para hacerla más estable. La estructura principal del ala se fabricó con álamo negro y para lo demás utilizaron caña, goma, laca y almidón, y una tela que cubría el exterior.
Una vez construido el planeador, el siguiente paso era probarlo. Si bien el modelo a escala quedó perfecto, no sabían si el planeador de tamaño real soportaría el peso del piloto. Para la seguridad del piloto el control es una parte esencial, al probarlo éste debía poderlo dirigir incluso en medio de las turbulencias. Fue por eso que los constructores agregaron un arnés.



Leonardo puso en uno de sus dibujos que el arnés debía dejar libre el cuerpo de la cintura para arriba para que el piloto pudiera controlar la máquina, pero Roberts y Kimm tuvieron que invertir la posición a fin de que el piloto controlara la máquina con la cintura y las piernas, ya que no añadieron un timón.

Con esa única modificación construyeron una máquina de nueve metros de envergadura y apenas 35 kilogramos de peso. Sólo faltaba el piloto, pero nadie se atrevía a llevar adelante la empresa. Pronto encontraron a una piloto experimentada en planeadores, Judy Leden, que accedió a probar la máquina de Leonardo. Hizo 10 intentos de vuelo, de los cuales el más extenso duró 21 segundos, superó los 15 metros de altura y recorrió más de 91 metros, en una colina en el distrito de Bedfordshire, Inglaterra. Con este vuelo la piloto voló más alto y más lejos que la máquina tipo papalote de los hermanos Wright de 1900, con un peso de 23 kilogramos, la cual cubrió una distancia de 91 metros en un tiempo de 20 segundos.

¡Qué maravilla ver el vuelo de una máquina de Leonardo!, no sólo para sus contructores, también para quienes admiramos la obra de Da Vinci. Él se anticipó al vuelo 500 años y sus ideas ¡funcionan! Si se lograra descifrar todos los códigos en sus cuadernos de notas y con una nueva interpretación científica (y no de la historia del arte) de sus hallazgos, tal vez este genio del Renacimiento tendría mucho más que revelarnos.

Si Leonardo viviera en nuestros días le causaría un gran impacto ver que el hombre no sólo ha logrado levantar el vuelo y mantenerlo a miles de metros del suelo, sino que podemos viajar por el espacio a miles de kilómetros de nuestro planeta.

LA DEPRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA


DEPRESIÓN EN LA ADOLESCENCIA

Más que una simple tristeza o una crisis, es una enfermedad mental que se agrupa dentro de los llamados trastornos afectivos o del ánimo. Sus manifestaciones, evolución y pronóstico, así como sus causas fisiológicas, se conocen y tienen un tratamiento eficaz.

El nudo es sencillo, corre bien, no se atora ni se aflojará con el peso. No es el nudo que cierra la lazada en espiral, como en las películas, el cual delata de inmediato su siniestro uso. Román no está pensando en películas. Aprendió a hacer ese tipo de nudos con los Boy Scouts. Tampoco está pensando en eso.

Por la ventana de su recámara puede ver un cielo limpio, con dos o tres nubes lejanas que brillan al reflejo de la luz que muere en el horizonte.

También se le había ocurrido tirarse de cabeza por la ventana. Pero el horror de oír el estallido de su cráneo al romperse contra el piso, la posibilidad de no alcanzar el objetivo final y quedar lisiado, hicieron que desechara esa idea. Igual descartó, por inseguros, otros procedimientos, como cortarse las venas o tomar un montón de medicamentos.

Sin detenerse a ver las nubes ni las ramas mecerse con el viento, Román tensa la cuerda. No duda que soportará su peso: es la cuerda que usó para rapelear en las últimas salidas con el grupo de los Boy Scouts. Desde entonces ha pasado más de un año (hoy tiene 17), y en los días recientes, cuando ha pensado en esos campamentos, le parecen tan lejanos... como si hubiera sido en otra vida. Ya no se reconoce en ese Román alegre y emprendedor que siempre estaba de broma. Era el primero en levantarse. Cuando sus compañeros despertaban, él ya había avivado la fogata y estaba preparando café. No era por obligación que Román preparaba casi todo antes de que los demás estuvieran de pie. El acuerdo originalmente era que se turnaran. Pero Román se impacientaba y prefería hacerlo él mismo siempre que podía, para aprovechar el tiempo. Le gustaba iniciar la caminata temprano, y si había que rapelear, hacerlo antes de que el Sol estuviera muy alto. No por nada le decían Román “el movido”.

Ahora no se ocupa de esos recuerdos. Con manos temblorosas, termina de comprobar que el nudo funcione. Tiene prisa. No hay nadie en casa y tendrá por lo menos dos horas antes de que regresen su hermano y sus padres. Ellos sí habían notado los cambios en Román desde hacía dos o tres meses. Cuando el médico le preguntó desde cuándo se había sentido cambiado, primero le pareció que ese doctor estaba loco, que él siempre había sido así, como es. Entonces recordó que, precisamente unos días antes, él mismo había llegado a la conclusión de que su vida ya no era igual. Le parecía intolerable desde hacía más de dos semanas. Meses atrás, cuando cambió de escuela y tuvo que dejar el grupo Clan de los Boy Scouts, se había tornado hosco y no quería ver a nadie. Al principio sus padres no le dieron mucha importancia a este cambio. Pensaron que era natural, que todos los adolescentes son irritables, huraños y desconfiados.

Su madre se alarmó cuando vio que Román se negaba a salir con los amigos y que se la pasaba dormido la mayor parte del día, mientras que por la noche deambulaba buscando el sueño por los rincones de la casa. La imagen de esa sombra sufriente que recorría pasillos y estancias en busca de un lugar apacible para descansar hizo que la madre de Román recordara a su propia madre, que a los 45 años empezó a dormir durante el día y vivir de noche, sin hablar con nadie, taciturna hasta el día de su prematura muerte. Horrorizada, urgió a su esposo que aceptara buscar un psiquiatra que ayudara a su hijo.

Luis, el hermano, que ya había superado la adolescencia, sabía que lo de Román no era simple apatía. Sabía, por haberlo vivido recientemente, que por más que uno se ponga huraño y malhumorado, mantiene buenas relaciones con los amigos y que, fuera de casa, uno se puede divertir. Que siempre hay algo que te mueve, algo que te mantiene conectado a la vida: una novia, un pasatiempo. Román había perdido todo eso. Sin embargo, aunque Luis lo sabía, no lo decía. Era como si hubiera visto algo de pasada, algo a lo que no se le da importancia. Cuando el médico les explicó que con la depresión se pierde todo interés y que lo único que se desea es la soledad o la muerte, Luis lo vio con claridad.



Las cifras de la depresión


Por iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, en el año 2000 se realizó una encuesta en varios países, México incluido, para determinar de manera más objetiva el grado de afectación de la salud mental en la población general. En México se llevó a cabo la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (ENEP). Esta encuesta se realizó casa por casa, en hogares seleccionados aleatoriamente en diversas regiones del país. Las entrevistas se hicieron en la población general de entre 18 y 65 años de edad. Se utilizó un método estadístico que permite generalizar los resultados. Éstos se publicaron en agosto de 2003 en la revista Salud Mental, del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”. He aquí algunos de los hallazgos:

Tres de cada 10 mexicanos han sufrido alguna enfermedad mental a lo largo de su vida; tres de cada 20 la ha sufrido en el último año y uno de cada 20 la sufre en los presentes 30 días. La atención que recibe esta inmensa población de enfermos es mínima. Sabemos, por ejemplo, que de los casos de depresión mayor, sólo el 20 % busca ayuda profesional.

A lo largo de la vida hay dos picos en el número de casos de depresión mayor que se presentan anualmente: a los 17 y a los 35 años. Esto significa que en estas edades, por razones aún no aclaradas del todo, hay mayor riesgo de que se presente un episodio depresivo.

En la revista Salud Pública de México se publicó otro artículo (No.5, sep-oct de 2004), también a partir de la información de la ENEP, que nos informa que el 2% de la población, es decir, 2 000 000 de personas, tuvieron por primera vez un episodio depresivo mayor antes de los 18 años, y aunque el porcentaje es menor que en otros países (en Estados Unidos algunos estudios reportan hasta un 5%), no deja de ser alarmante.



El nudo está firme, corre bien y la cuerda soporta el peso. Ya antes de encontrar la cuerda de rapelear se le había ocurrido que desde el barandal de la doble altura que tiene la estancia de su departamento se podría sujetar la cuerda. No podía fallar. Mientras camina hacia el barandal, siente que se mueve despacio, como si se tratara de una película en cámara lenta, y percibe con mayor claridad las emociones que le han hecho la vida imposible en los últimos días. Está pálido y sudoroso, siente latir su corazón acelerado y con fuerza. Sin pensarlo, se lleva la mano izquierda al cuello y palpa, tembloroso, el lugar que deberá aprisionar la cuerda. Sacude la cabeza, como para alejar un mal pensamiento. Luego se dice: no tengo de otros, todos mis pensamientos son malos. No sirvo para nada, soy un inútil. Regresa, confundido, a su recámara. Se detiene en el umbral y mira con atención hacia la cama, como si buscara algo muy importante. No busca nada, sólo ve las sábanas enredadas y el cojín con las huellas de las noches de insomnio que lo aplastan.

La cama lleva días sin hacer y ahora Román observa este espectáculo como si fuera una novedad. Un escalofrío le recorre la espalda. Román desvía la vista, haciendo una mueca que pretende ser sonrisa. Intenta retomar el hilo de sus pensamientos: ¿A qué venía?... no sé… algo se me olvida… ¿dejar una nota? Siente nuevamente el latir apresurado de su corazón. Le falta el aire, se acerca a la ventana, pero es inútil: la respiración no mejora y el temblor se ha instalado nuevamente. Otra vez la crisis, piensa, volveré a perder el control, ya no sé qué hacer. Me ahogo, me falta el… Puede ser un infarto esta vez… me duele el pecho… y si mejor me arrojo por la ventana… de una vez, acabar ya… Se pasea de arriba abajo en la recámara, patea un zapato, quisiera alejarse de ahí. ¿Alejarme adónde? Se recrimina estar pensando lo mismo de siempre. Huir, esconderse, o mejor desaparecer. Jadea.

Desesperado, azota la cuerda contra el piso y súbitamente la crisis empieza a amainar. Con las piernas separadas, los brazos caídos, desfalleciente y mirando la cuerda a sus pies, retoma un ritmo sosegado de respiración y se siente nuevamente dueño de sus pensamientos. “Crisis de ansiedad” dijo el doctor. ¿De qué me sirve saber cómo se llaman si no las puedo evitar? Se deja caer sobre la cama y, más tranquilo, sigue haciéndose reproches. Parece que es la única actividad en la que logra concentrarse.

No sólo mi rendimiento en el estudio es malo, sino que ni me interesa, siento que es perder el tiempo ir a escuchar a los maestros que hablan de quién sabe qué. Ya ni mis amigos me hablan. Bueno, ¿cómo me van a hablar si yo no les tomo la llamada, y cuando han venido a buscarme no salgo de mi cuarto y hago que Luis o mi mamá los despidan? Eso me lo hizo notar el médico al que fuimos a ver ayer, pero ¿cómo voy a querer ver a esos idiotas que se la pasan riendo de babosadas incomprensibles para mí? Y el tarado de Roberto: que si me doy un toque, con eso se me pasa. “¿Se me pasa qué?”, le dije bien encabronado.

“Pues la mala vibra que te traes, güey”, me respondió con aires de suficiencia, como si lo supiera todo. Y ahí estoy yo de menso aceptando el toque, que me puso peor que nunca, hasta con la paranoia de que la policía nos estaba buscando y todo mundo viéndome en la calle como si acabara yo de matar a alguien. Desde entonces ya no quise ver a nadie y me di cuenta de que nada vale la pena y lo mejor es morir.



No es que realmente Román quiera morir, pero no ve otra salida, y sobre todo siente que algo lo empuja a hacerlo, aun en contra de su voluntad. Ya se lo dijo al médico. Ayer, cuando él le preguntó, lo hizo sin rodeos, como quien pregunta la hora: “¿Y has pensado en matarte?” Normalmente esa pregunta le hubiera sentado en el hígado. Pero no, se sintió aliviado, como si le quitaran un peso de encima. Luego, el médico preguntó cómo, cuándo, con qué. No le quiso decir todo, pero sí le prometió que no se mataría. No supo por qué, pero lo prometió. Quizá porque de veras no quiere morir.

¡Ya no aguanto la pinche angustia! ¡Lo tengo que hacer!, y ahora con todo mundo cuidándome no será fácil. Lo tengo que hacer… ya ni duermo, no como, estoy en los huesos; luego siento que me falta el aire y quiero echarme a correr, así no se puede. Así no se puede vivir.

Durante la mañana estuvo bastante más tranquilo. Se dijo que hablar con el médico había servido de algo y por algunas horas ya no pensó en morir. Cuando supo que estaría solo parte de la tarde, esas ideas volvieron a asaltarlo.
Al principio luchó contra ellas, recordando las cosas que el médico le había dicho sobre la depresión, pero su tendencia al pesimismo le hacía refutar amargamente toda la información. ¡A mí qué me importa que el 5% de la población sufra de este mal! ¡Yo no quiero ser de ese 5%! ¿Por qué yo? ¿Nada más porque mi abuela también lo sufrió? ¿Y porque otros dos o tres miembros de la familia también lo tuvieron? ¡No es justo, yo no escogí esto! Entonces pensó nuevamente en matarse.

Antes de buscar la cuerda en su clóset ya había repasado todo lo que el médico le había dicho el día anterior: que la depresión es una enfermedad, que en los adolescentes es más fatiga, desgano, falta de deseos e irritabilidad y violencia que tristeza y ganas de llorar. Pues sí, puede que tenga razón el doctor, pero eso no me quita el impulso que me lleva a matarme, había pensado por la mañana Román, en un diálogo consigo mismo que armó con el recuerdo de la consulta del día anterior. De esa manera buscaba convencerse de aguantar y no matarse, como le había prometido al médico. Pero todo era inútil, el deseo de morir iba ganando terreno ya hacia medio día. Román apretó los ojos lo más fuerte que pudo y meciéndose, como quien lleva el ritmo de una canción, trató de recordar las cifras que sobre la depresión le había dado el médico. Repitió en voz alta, casi a gritos: ¡El 5% de la población sufre depresión! ¡El 10% de quienes la padecen termina suicidándose! Román repitió una y otra vez esta información a manera de ensalmo, para no pensar en su propio suicidio. Y como consuelo también pensó: ¡El 70% de los deprimidos responden bien al tratamiento antidepresivo, y se recuperan! Sí, había concluido con desconsuelo, pero eso quiere decir que el 30% no responden bien al tratamiento, ¡y yo podría estar en ese grupo de desahuciados! El doctor no había dicho que fueran desahuciados. Dijo más bien que eran casos de depresión resistente y que, con tratamientos especiales, podrían responder. Pero Román pensó que no era verdad, que ésos ya no tienen remedio.

Nada le quitaba de la cabeza la idea de acabar de una vez por todas; ni la prolija explicación de cómo actúan los medicamentos antidepresivos, ni la promesa de que en dos semanas se empezaría a sentir mejor, ni la oportunidad de regresar a platicar con el médico, quien además le ofreció darle un tratamiento psicológico junto con las medicinas. Román buscó y encontró la cuerda del rapeleo final.

Sentado en la cama y con la cabeza entre las manos, viva imagen de la desesperanza, contempla nuevamente la cuerda que lo invita a continuar su plan. Regresa decidido al barandal y sujeta firmemente la cuerda con un doble nudo. Jala hacia sí, tensando y comprobando la resistencia. De pronto, al comprobar que soporta el peso y que no hay nada que le impida colgarse, con movimientos rápidos desata la cuerda, la enrolla y, casi corriendo, regresa a su recámara. Oculta la cuerda bajo el colchón.

Esa noche, por primera vez en meses, duerme a pierna suelta. No se quiere matar, pero sabe que si no hay más remedio, tiene con qué escapar del suplicio que es la depresión. Es su salida de emergencia. Si lo del doctor no funciona, ya sabe qué hacer. Antes de quedarse dormido desliza la mano bajo el colchón y siente la cuerda, la acaricia como se acaricia una esperanza y eso le ayuda a conciliar por fin el sueño.

Los trastornos afectivos

Román tiene un trastorno depresivo. Es una enfermedad mental que se agrupa dentro de los llamados trastornos afectivos o del ánimo, no una simple tristeza ni una crisis de la adolescencia. Sus manifestaciones, evolución y pronóstico, así como sus causas fisiológicas, se conocen y tiene un tratamiento difícil, pero eficaz.

El ánimo está controlado por el sistema nervioso. Diversos circuitos neuronales del cerebro se encargan de regular nuestras emociones. Pocas veces pensamos en esto porque nos parece que el ánimo se controla solo, que depende de cómo nos va en la vida. Si nos va bien estaremos contentos y si no, sufriremos.

El ánimo es un conjunto de reacciones que nos permite adaptarnos a las circunstancias que vivimos. La tristeza es un retraimiento tanto de emociones como de actividad física que nos ayuda a recuperar fuerza y a restablecer nuestro trato funcional con el mundo exterior.

La alegría es la evidencia de una relación armónica con nuestro entorno y con nosotros mismos. Los trastornos afectivos ocurren cuando algo afecta el funcionamiento de las células que constituyen los circuitos reguladores del ánimo.

La incapacidad de mantener un ánimo que permita funcionar de manera adaptativa con el entorno y consigo mismo constituye el espectro de los trastornos afectivos. El estado de ánimo del afectado puede ir desde la tristeza más profunda hasta la exaltación eufórica.

Según cómo aparecen y evolucionan, los trastornos afectivos se clasifican en cuatro modos básicos, que pueden tener variantes e intensidades diferentes:

Trastorno afectivo bipolar. En este caso el trastorno evoluciona con periodos largos de depresión que se alternan con estados de euforia y aceleración de todos los procesos mentales. Si los síntomas de exaltación anímica son graves, se clasifica como tipo I, si son atenuados se clasifica como tipo II. Aunque ahora se han descrito otras variantes de trastorno bipolar, estas dos formas son las más comunes y bastan para ilustrar el problema.

Trastorno distímico. Se trata de una depresión crónica, no episódica, de por lo menos dos años de duración (en niños y adolescentes la duración mínima para establecer el diagnóstico es de un año), aunque de intensidad leve.

Trastorno ciclotímico. En este caso el ánimo fluctúa de manera constante, por lo menos durante dos años, entre síntomas depresivos y eufóricos, pero con intensidad leve, de manera que no se pude establecer el diagnóstico de bipolaridad o depresión mayor.

Trastorno depresivo mayor. Consiste en uno o más episodios depresivos sin episodios eufóricos. Es el caso de Román, como veremos más adelante. Atendiendo a su origen, los trastornos afectivos pueden ser primarios y secundarios. Los primarios, descritos someramente arriba, tienen su origen en los mismos circuitos reguladores del ánimo y seguramente tienen un importante componente genético. Los secundarios tienen otras causas; así, puede haber un trastorno depresivo secundario a otra causa médica, por ejemplo lupus eritematoso generalizado o hipotiroidismo. También puede ser causado por el uso frecuente de estimulantes o alcohol. Finalmente, también puede haber trastornos afectivos secundarios a otra enfermedad mental, como la esquizofrenia o los trastornos de la personalidad.


¿Cómo es la depresión?

En la depresión, la percepción del mundo cambia. Todo parece sombrío, lento y vagamente amenazador, lo que produce una tendencia al aislamiento, a la ansiedad, la falta de concentración y la disminución de la capacidad de atención. Simultáneamente, el paciente se siente inútil, pierde la confianza en sí mismo, se siente culpable y tiende a hacerse reproches. Se apoderan de su pensamiento ideas pesimistas, de enfermedad, de muerte y de suicidio, que con frecuencia llevan a su realización.

El enfermo muestra también un marcado desinterés por cosas que anteriormente le resultaban atractivas, pierde la capacidad de disfrutar; generalmente abandona su cuidado personal, y se dedica a rumiar ideas pesimistas. Es frecuente que sus movimientos se vuelvan lentos y torpes; tiene la percepción de que el paso del tiempo se alarga desesperadamente y espera con ansia la llegada de la noche para poder descansar del sufrimiento de estar vivo. Casi siempre puede empezar a dormir bien, pero se despierta por la madrugada para reiniciar el ciclo de desesperanza.

Con mucha frecuencia también pierde el apetito y baja de peso notablemente. En resumen, es exactamente lo que le ocurre a Román. Sin embargo, en los adolescentes el cuadro clínico no siempre es tan claro. En ellos, como en los niños, los síntomas pueden estar enmascarados por intensa irritabilidad y conductas agresivas.

Lo que le ocurre a Román es terrible y, por desgracia, frecuente. Los prejuicios acerca de las enfermedades mentales hacen que tanto los pacientes como sus allegados tiendan a ocultar el padecimiento como si éste fuera vergonzoso, lo que da la impresión de que es algo poco común.
Quien tenga un problema semejante al de Román debería buscar ayuda de inmediato, sin atender a esos prejuicios.

Criterios diagnósticos de depresión mayor


Debe incluir al menos cinco síntomas de los siguientes nueve grupos durante un mínimo de dos semanas, y siempre han de estar presentes el punto 1 o el 2.

1. Estado de ánimo deprimido o irritable.
2. Pérdida de interés o de capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades habituales.
3. Pérdida o aumento significativo de peso o del apetito.
4. Insomnio o sueño exagerado.
5. Agitación o lentitud mental y de movimientos.
6. Fatiga o pérdida de energía.
7. Sentimiento excesivo de inutilidad y culpa.
8. Disminución de la capacidad de pensar y concentrarse
9. Ideas repetidas de muerte, pensamientos suicidas o intento de suicidio

Fuente: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, versión IV, de la American Psychiatric Association (DSM-IV).




El diagnóstico

Aunque el diagnóstico en ocasiones puede ser complicado, la mayoría de las veces se establece de manera sencilla con una buena entrevista clínica que incluya antecedentes familiares, descripción detallada de los síntomas, su evolución desde el inicio, intensidad, síntomas físicos que pueden acompañarlos (como cambios en el apetito, el peso corporal y el ritmo de sueño y vigilia). También se requiere una buena exploración física y exámenes de laboratorio básicos que permitan descartar otras causas médicas de la depresión. El criterio para establecer el diagnóstico es eminentemente clínico. Contamos con escalas de aplicación rápida y de autoaplicación que pueden servir para hacer una primera evaluación, pero los criterios diagnósticos se han establecido a lo largo de años de práctica clínica y en discusión con expertos de todo el mundo que se han reunido para ir afinando un lenguaje común y homogeneidad diagnóstica para la investigación clínica sin confusiones. Existen dos sistemas diagnósticos que son prácticamente equivalentes: la Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 10, y el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, versión IV, el cual comprende nueve grupos de síntomas (véase recuadro).

La complicación diagnóstica, cuando la hay, consiste en la dificultad que algunas personas tienen para expresar lo que les sucede; en particular puede ser el caso de los niños y adolescentes. Además pueden coexistir otras enfermedades o situaciones sociales y culturales que empañan la sintomatología depresiva, como el uso de drogas y problemas o conflictos interpersonales, a los que con frecuencia se atribuye el cuadro depresivo como si se tratara de una consecuencia natural y no de una enfermedad.

Estamos acostumbrados a pensar que los diagnósticos deben establecerse con pruebas de laboratorio o de gabinete. Para los trastornos afectivos no existen pruebas de este tipo que sean suficientemente confiables. Se han descrito un par de pruebas que inicialmente se pensó servirían a este propósito, sin embargo tienen un alto índice de fallas, lo que impide usarlas en la práctica clínica. Haciendo una observación cuidadosa, la evolución de los síntomas en el tiempo generalmente termina por aclarar los diagnósticos difíciles.

Las causas

Se puede decir que no hay duda que Román tiene un episodio depresivo mayor, pero, ¿por qué le pasa esto a él precisamente? Cualquiera que sufra una enfermedad importante se hace esta pregunta, y no siempre se puede contestar de manera satisfactoria.

Román tiene antecedentes familiares de depresión. Su abuela y dos tíos la han sufrido. Desde hace tiempo sabemos que la depresión es una enfermedad familiar.


Los estudios que se han hecho indican sin duda que los miembros de una familia con depresión tienen mayor riesgo de sufrirla que la población general. Si uno de los padres la sufre, el riesgo para los hijos es del 28%, mientras que para la población general es del 5%.



Los estudios de genética en la depresión tampoco dejan duda de que se trata de un padecimiento con un importante componente hereditario. Sin embargo, es necesario aclarar que se hereda una predisposición para sufrir la enfermedad, la cual puede o no desarrollarse según cómo influyan los factores sociales y ambientales. Alguien puede tener la predisposición genética para ser alto, digamos de más de 1.80 m, pero si su alimentación no es adecuada quizá no pase de 1.70 m. De la misma manera, se requiere algún tipo de influencia para el desarrollo de la depresión, pero los factores que la determinan y la manera de hacerlo no están plenamente identificados. Se dice que el abandono infantil, las pérdidas afectivas y los ambientes violentos, por ejemplo, podrían propiciar la depresión.

En el caso de Román, quizá los padres, por motivos de trabajo, se han alejado de él, o bien el muchacho pudo haber vivido el cambio de escuela como una pérdida de amigos y de su entorno anterior, al que tenía mucho apego. Finalmente, los cambios propios de la adolescencia pudieron influir también para que se expresara la tendencia genética a la depresión.

La depresión y el sistema nervioso

Los genes organizan tanto la estructura de las células como la producción de las sustancias necesarias para su funcionamiento (enzimas, hormonas, neurotransmisores, etc.). También contienen la información que permite un adecuado funcionamiento de los complejos sistemas de autorregulación en el organismo. Las neuronas en su aspecto exterior están constituidas por cuerpo, dendritas y axón. Estas estructuras filamentosas mantienen la comunicación entre las neuronas a través de subestructuras llamadas botones sinápticos, toda esta arquitectura celular está organizada por los genes.
Gracias a ellos, también se producen los neurotransmisores, sustancias que llevan información de una neurona a otra. Los que están relacionados con la regulación del ánimo son la serotonina, la dopamina, la norepinefrina y la acetilcolina. Éstas se almacenan, dentro de la neurona, cerca de las sinapsis, que son los sitios de conexión entre dos neuronas.

La señal, que una neurona debe comunicar a otra para mantener la función que le corresponde, viaja en forma de impulso eléctrico por la membrana de la neurona. Al recibirse la señal en el botón sináptico, los neurotransmisores se liberan, llegan a la membrana de la neurona contigua y ahí encuentran receptores. Éstos son zonas especiales de la membrana con una forma que sólo permite que se acople a ellos un neurotransmisor específico.

Después de haber cumplido su función, el neurotransmisor puede ser recuperado por la neurona que lo emitió para reutilizarlo o eliminarlo. La recaptura del neurotransmisor la hace otra zona especializada de membrana neuronal, que funciona a manera de bomba activa. La bomba reconoce al neurotransmisor y lo introduce nuevamente en la neurona.

Fatiga, desgano, falta de deseo, irritabilidad y violencia son síntomas de depresión en adolescentes.

El buen funcionamiento de los estados de ánimo depende de la operación equilibrada de los neurotransmisores, las enzimas (sustancias que intervienen en su producción y su degradación para eliminarlos), los receptores y las bombas de recaptura de los circuitos que utilizan los diversos neurotransmisores. Una alteración en cualquiera de estos elementos podría ser la responsable de los cuadros clínicos de depresión.

Aunque algunos medicamentos antidepresivos actúan inhibiendo la acción de una enzima, la gran mayoría de los que se usan actualmente bloquean la acción de la bomba que recaptura al neurotransmisor, de manera que la concentración de éste entre las neuronas aumenta, con lo que a la larga se propicia una recuperación del equilibrio perdido.



Se han realizado numerosas investigaciones para entender el origen de la depresión. Diversos estudios de imagen y de electroencefalografía describen hallazgos relacionados con los trastornos afectivos. Todo indica que se trata de alteraciones en las regiones cerebrales que se encuentran por debajo de la corteza del piso de los lóbulos frontales del cerebro, sobre todo del lado derecho. Sin embargo, las anomalías encontradas indican que también podrían participar otras estructuras cerebrales y los resultados de los estudios no son homogéneos. Aunque éstos no son concluyentes, sí nos dan una idea de dónde se podrían producir los trastornos afectivos.

El tratamiento

“¿Y ahora?”, se preguntaría Román, “¿qué pasará conmigo, con mi vida?” Si bien es cierto que hay episodios depresivos únicos, que no se repiten, la verdad es que esto no es lo común. La depresión en adolescentes tiende a ser complicada. Se trata de una población más vulnerable porque la maduración orgánica general no se ha completado del todo y las experiencias de esa época de la vida serán determinantes para que se consolide la estructura de personalidad. El inicio temprano de la depresión podría explicarse por una mayor carga genética, lo que produciría cuadros clínicos más graves y de difícil manejo, con riesgo en particular de sufrir otros trastornos mentales asociados, como esquizofrenia, ansiedad (fobias, ansiedad generalizada, trastorno obsesivo-compulsivo), trastornos de la personalidad y sobre todo trastornos por consumo de sustancias. No es raro que la depresión del adolescente sea la primera manifestación de un trastorno bipolar con episodios graves y frecuentes de exaltación y depresión. Además los adolescentes no responden tan bien a los tratamientos como los adultos y el inicio del tratamiento con antidepresivos, se ha dicho, puede dar energía e impulsividad que aumenten el riesgo de suicidio. La situación para Román y para cualquier adolescente que sufre este problema es seria, pero hay mucho que hacer para revertir este pronóstico tan desfavorable.

Es muy posible que la gravedad de la depresión en esta edad se deba, en parte, a que se diagnostica tardíamente. Se le deja pasar sin atención porque no se entiende lo que sucede y se pierde tiempo antes de que pueda intervenir un especialista. Un tratamiento eficaz, oportuno y con atención intensiva puede ayudar a disminuir la gravedad y evitar las complicaciones como el consumo de drogas y alcohol, que resultan también factores del mal pronóstico. El control adecuado, al evitar las recaídas, también mejora la evolución futura.

Un buen tratamiento se inicia con la detección y diagnóstico oportuno. Desde el principio el psiquiatra debe establecer con el paciente una relación de confianza que permita realizar una alianza terapéutica, es decir, ambos, paciente y terapeuta, trabajarán juntos en el tratamiento de la depresión. Se debe propiciar que, con la información que el médico proporciona, el paciente sea capaz de entender lo que le pasa y trabaje de manera activa en su recuperación, buscando siempre el apoyo de su médico. Debe comunicarle sus ideas pesimistas, ideas de muerte y deseos suicidas cada vez que éstos se presenten y realizar las acciones que le permitan, poco a poco, reintegrarse a su ambiente.

El médico debe diseñar una estrategia de tratamiento a la medida de las necesidades de su paciente. En general, se debe combinar psicoterapia y medicamentos (antidepresivos, ansiolíticos u otros), según sea necesario. Es verdad que muchos estudios demuestran que los adolescentes no siempre responden bien a los fármacos, pero, bien empleados, éstos pueden significar la diferencia entre una vida destrozada por la enfermedad y una vida normal, quizá con algunas recaídas en el futuro, pero más fácilmente controlables, de recuperación más rápida y sin repercusiones tan terribles.


Se ha observado que la psicoterapia más eficaz es la que se dirige específicamente a la depresión y no las encaminadas a corregir rasgos de personalidad. La terapia debe plantearse objetivos inmediatos que respondan a la situación actual del paciente, y no resolver problemas del pasado que no sean vigentes; asimismo, puede incluir, si es necesario, la participación de la familia o las personas cercanas al paciente. Cuando sea oportuno, el terapeuta debe aconsejar y dirigir al paciente hacia las acciones que más convengan para evitar situaciones de ansiedad y conflictos que agraven la condición depresiva.

El futuro de Román puede ser mejor gracias a que acudió oportunamente con un médico que conoce el problema, y a que ya estableció una buena relación con él. También es bueno que haya decidido darle una oportunidad al tratamiento y que haya sabido evitar la complicación del consumo de drogas. Román no tiene por el momento ninguna otra enfermedad que pueda influir adversamente, su familia está deseosa de ayudarlo, se ha enterado de qué le pasa y ya cooperan en lo que pueden con el tratamiento. Después de todo, el pronóstico de Román puede mejorar mucho.

jueves, 2 de agosto de 2007


Pottermanía


Déjenme confesarles, con la condición de que no se lo digan a nadie, que no resistí la tentación de asomarme al final de Harry Potter antes de leer el séptimo libro de la célebre saga. Unos días antes de la aparición de Harry Potter and the Deathly Hallows encontré en Internet varias versiones sobre el esperado desenlace. Ahora que, una vez publicado el libro, doña J.K. Rowling se ha referido en público al final y ha explicado por qué no dejó morir al joven mago que gracias a esa indulgencia crece, tiene familia y ve a sus hijos acudir al Colegio Howarts, no hago revelación ni traición alguna a los lectores si menciono ese episodio. Es precisamente el que leí en varios sitios en la red, gracias a la indiscreción de alguno de los muchos impresores, intermediarios y libreros que manejaron centenares de miles de ejemplares antes de que pudieran salir a la venta con el primer minuto del sábado 21 de julio.
Aunque la versión que encontré parecía verosímil, nunca dejé de tener cierta suspicacia y contaba las horas que faltaban para confirmar si ese era, en verdad, el final de Harry Potter. Después de haber leído los seis volúmenes anteriores con una fidelidad alimentada por la trama perspicaz que mantuvo en vilo la curiosidad de varias generaciones de lectores, no éramos pocos los que queríamos saber si el enfrentamiento último entre los paradigmas del mal y el bien, cuya evolución conocimos libro tras libro, favorecería al abusivo Lord Voldemort o al simpático aunque cada vez más angustiado Potter.
Así que el sábado 21 por la mañana mi hijo Rafael y yo, que hemos leído juntos la serie de Potter durante varios años, fuimos a un Sanborns a comprar el nuevo libro. A ese establecimiento habían llevado 100 copias y cuando llegamos quedaban solamente 20. Aunque se trata de un libro en inglés en México vendió, en un solo día, más ejemplares que la gran mayoría de los libros editados en nuestro país.

De inmediato puede comprobar que el capítulo que había leído días antes era el que ocupaba las últimas páginas —de la 753 a la 759— del libro postrero de esa dilatada serie.


Pero conocer el final no le quitó un ápice al interés por leer el séptimo volumen. Aunque ya no hay partidos de quiditch —el deporte que practican los jóvenes magos trepados en escobas para darle caza a una pelotita escurridiza— y la vida en la escuela de hechicería deja de ser importante porque todo el mundo mágico está por colapsarse ante el progresivo poder del-que-no-debe-ser-nombrado, los ingredientes más arrebatadores de la serie Potter aparecen con una intensidad que resulta de especial eficacia gracias a las numerosas referencias que toma de la vida contemporánea.

La disputa por el poder en el gobierno de los magos, que ya se había manifestado desde tres volúmenes antes y fue tomada como el eje de la película más reciente (Harry Potter y la Orden del Fénix) recuerda mucho las que presenciamos a diario en el escenario público de cualquiera de nuestros países.

La tirantez entre las normas que los funcionarios más rígidos aplican con espíritu burocrático y la gana de innovación y libertad, existen lo mismo en nuestras instituciones políticas que en el venerable Colegio Hogwarts.

El allanamiento de mayorías mentecatas a versiones disparatadas pero que están de moda o son políticamente correctas, se aprecia en la historia de Rowling con tanta claridad como en circunstancias que nos resultan mucho más cercanas. A Harry Potter, en la novela, lo hacen víctima de la incredulidad indocumentada de muchos e incluso lo calumnian y difaman con tanta alevosía como les ocurre en la vida fuera de la literatura a no pocos personajes públicos.

En el séptimo volumen la periodista Rita Skeeter, cuyo cinismo ya ha padecido el joven mago y que se refocila en inventar versiones sensacionalistas que son exitosas en el diario donde escribe, anuncia que ahora publicará un libro que tiene todo un capítulo, desde luego repleto de falsedades, acerca de Potter.

Si las historias de Rowling son tan entrañables se debe, en buena medida, a que están plenamente asentadas en la realidad. Los hechizos, las varitas, el sombrero seleccionador, las escaleras movedizas, el espejo de los deseos, los viajes de una chimenea a otra y tantos otros recursos, son parte del universo mágico que constituye el contexto para que la creadora de Harry Potter ofrezca, con las coartadas de esa fantasía, una intuitiva sátira de los nada mágicos defectos y problemas de esta humanidad.

Rowling erigió un mundo quimérico con tantos detalles que resulta plenamente aprehensible para sus seguidores. Pero en él, recrea críticamente compasiones, ambiciones, sevicias, incurias, apetencias —virtudes, defectos, pasiones en fin— que forman parte de la vida misma. Gracias a los pormenores que nutren la narración, los aficionados de Harry Potter cuentan con pródigos asideros para sentirse parte de una cofradía que no por multitudinaria es menos excepcional. Gran parte del éxito de la saga radica en el entusiasmo con que sus admiradores han compartido y ostentado sus símbolos (bufandas, escudos, anteojos, capas, entre la parafernalia que nutre libros y películas de Potter).

La otra parte del triunfo editorial y cultural se debe a la familiaridad que los lectores, fundamental pero no exclusivamente jóvenes, encuentran en la serie de Rowling. No se trata de una simple historia de buenos y malos (aunque, como en la vida real y en las buenas novelas, hay unos y otros). Las personalidades allí descritas suelen ser complejas. Quizá no haya un solo protagonista relevante que se ciña al estereotipo con el que aparentemente quería comprometerlo la autora.

El bondadoso Dumbledore es capaz de tener arranques de rabia, la cerebral Hermione incurre en torpezas elementales, el generoso Ron tiene acometidas de envidia contra su amigo Harry, el detestable Snape se revela como uno de los personajes más complejos. El mismo Potter parece condenado, más que favorecido, a tener una heroicidad que nunca busca porque lo que él quisiera es vivir en la serenidad de los desconocidos.

Nada de eso basta para explicar la peculiaridad cultural, que descansa en méritos literarios pero también mediáticos y mercadológicos, que para asombro generalizado ha tenido la serie Potter. Se han escrito toneladas de líneas ágata acerca de los millones de ejemplares, las multitudes en las librerías y la fascinación insospechada por la letra escrita que suscitan las vicisitudes del joven mago.
La elección de decenas de millones de muchachos que, más allá de sus respectivos contextos sociales y culturales le roban tiempo y entusiasmo al chat, la tele y el videojuego para zambullirse en la semblanza de Potter, ha despertado perplejidades y esperanzas muy variadas. Si el éxito de Potter y su autora pudiera explicarse con una escueta fórmula el fenómeno de lectura y consumo cultural que significan estos libros no sería tan insólito. Nada garantiza que, después de Potter, los muchachos que han dedicado centenares de horas a leer estos siete volúmenes hayan brincado a otras novelas. Pero sin duda muchos de ellos lo hicieron. Y en cualquier caso, lo leído nadie se los quita.

El de Potter es, incluso a pesar de Mrs. Rowling, un fenómeno que pasa por los medios y que en Internet alcanza expresiones de afición, compromiso y enardecimiento que pocas figuras o expresiones contemporáneas despiertan. Debido a la parsimonia que suele padecer la edición de libros pero quizá también a causa de inciertos cálculos mercantiles, después de la aparición de las novelas de Potter en inglés pasan varios meses para que se publiquen traducciones en otros idiomas.

La editorial encargada de las versiones en español, Salamandra, anunció poco antes de que comenzara a circular The Deathly Hallows que no tenía fecha para la publicación en nuestro idioma, con la consiguiente desilusión de muchos lectores.

A esa editorial, la semana pasada se le adelantaron varios anónimos y generosos apasionados de Potter que dos días después de la publicación en inglés ya habían traducido, y colocado en la red, los primeros capítulos. Eso había sucedido en otras ocasiones pero los libros de la serie Potter son tan voluminosos que los desconocidos traductores suspendían esa tarea por cansancio, o presionados por los abogados que defienden los derechos de autor de la señora Rowling.
Ahora sin embargo, cuatro días después de que comenzó a circular en inglés ya había en Internet una versión completa, compaginada a la manera del libro, incluso con las ilustraciones de la edición original y grabada en formato PDF, de Harry Potter y las reliquias de la muerte.



Más que transgresión a los derechos de autor, en ese esfuerzo podemos encontrar una profunda admiración por el trabajo de Rowling y por los personajes y el mundo mágicos que creó en sus novelas.

¡Qué enorme esfuerzo, por añadidura solidaria y desinteresada, realizaron esos propagadores de Potter al traducir en unos cuantos días las 896 páginas que alcanzó la versión en español!

Me enteré de ella la semana pasada, cuando encontré en un foro de Internet una escueta referencia que decía: “Aquí Está” Tengo todos los libros originales.

Tengo todas las películas originales y en edición de 2 dvd’s. De modo que no creo afectar a la economía de JK Rowling si paso este link”.

Con esa convincente coartada por delante, el autor del mensaje apuntaba a uno de los rasgos más sobresalientes del fenómeno Potter: por mucho que la conozcan anticipada en Internet, la gran mayoría de los admiradores de la novela seguramente comprarán el ejemplar cuando aparezca en español. Con dicha certeza, aunque con el temor de que haya sido retirado para cuando esta nota sea publicada, les informo que la versión electrónica del nuevo libro de Potter en español fue colocada en: http://spanishhallows.blogspot.com/
No se lo digan a nadie.

Michelangelo Antonioni


Michelangelo Antonioni
El 29 de septiembre de 1912, en la ciudad de Ferrara, Italia, nació uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos.
Perteneciente a una familia de clase media, estudió economía en la Universidad de Bolonia, y después ingresó al Centro Sperimentale di Cinematografía (Centro Experimental de Cinematografía) de
Cinecittà, en donde conoció a Roberto Rosellini.
Una vez terminada su carrera de cine, escribió el guión de Un piloto regresa, película dirigida por Roberto Rossellini; y comenzó a dirigir algunos cortometrajes, en los cuales ya se veían las influencias que identificarían su obra.
En 1950 dirige “Crónica de un amor”, su primer largometraje, con el cual el sindicato nacional de periodistas italianos sobre cine le otorga un premio especial por “sus valores humanísticos y estilísticos”.
En 1952 co-escribe el guión de la película “El jeque blanco”, la cual fue dirigida por Federico Fellini.
En 1960 dirige la película La aventura, con lo cual se posiciona como uno de los mejores cineastas del mundo.
Con sus siguientes películas obtiene reconocimiento internacional y galardones en los festivales de cine.
Mención especial merecen películas como “Las amigas”, “La aventura”, “Eclipse”, y “El reportero”.
El toque realista de sus películas tuvo la aceptación de los críticos internacionales, conquistando los premios máximos de los festivales más importantes del mundo.
En 1961 obtiene el Oso de Oro en la
Berlinale por su película “La noche”.
Posteriormente, en 1964, conquista el
Festival de Cine de Venecia con “El desierto rojo”, obteniendo el León de Oro, máximo galardón que otorga el festival.
En 1967, el
Festival Internacional de Cine de Cannes le otorga su máxima presea por la película “Blow-Up, deseo de una mañana de verano”, basado en el cuento “Las babas del diablo”, del escritor argentino perteneciente al Boom Latinoamericano de Literatura, Julio Cortázar.
Su éxito sigue en aumento con películas como “Identificación de una mujer” y “El reportero”.
En 1985 sufre un accidente que lo deja paralizado, sin poder hablar, y ocasionando que no realizara más largometrajes hasta 1995, año en el que dirige “Más allá de las nubes”, junto con el prestigiado realizador alemán Wim Wenders, obteniendo el premio de la prensa en el Festival de Cine de Venecia.
En el 2004 participa en el proyecto “Eros”, que consta de 3 historias en las que Wong Kar Wai, Steven Soderbergh y Antonioni, plasman su idea de amor y erotismo.
Al morir, Michelangelo Antonioni nos deja y, con él, se va una manera única de ver la vida.
Nos quedan sus 35 películas, sus números guiones y escritos sobre el cine, constancia de uno de los más grandes genios cinematográficos que haya conocido el mundo.
David Tamez Mancillas Milenio.com

Filmografía de Michelangelo Antonioni:
2004 Eros (Eros, episodio “La arriesgada secuencia de las cosas”)
2004 Lo sguardo di Michelangelo (La mirada de Michelangelo)
1995 Al di là delle nuvole (Más Allá de las Nubes)
1993 Noto, Mandorli, Vulcano, Stromboli, Carnevale
1989 12 registi per 12 città (12 directores para 12 ciudades, episodio “Roma”)
1989 Kumbha Mela
1982 Identificazione di una donna (Idenitificación de una mujer)
1981 Il Mistero di Oberwald (El misterio de Oberwald )
1975 Professione: reporter (El reportero)
1972 Chung Kuo - Cina (China )
1970 Zabriskie Point
1966 Blowup (Blow-Up, deseo de una mañana de verano)
1965 I tre volti, segment “Il provino” (Tres perfiles de mujer)
1964 Il Deserto rosso (El desierto rojo)
1962 L’Eclisse (Eclipse)
1961 La Notte (La noche)
1960 L’Avventura (La aventura)
1959 Nel segno di Roma (Bajo el signo de Roma)
1957 Il Grido (El grito)
1955 Le Amiche (Las amigas)
1953 L’Amore in città, (Amor en la ciudad, episodio “Intento de suicidio”)
1953 I Vinti (El vencido)
1953 La signora senza camelie (La dama sin camelias)
1950 Cronaca di un amore (Crónica de un amor)
1950 La funivia del faloria (El funicular del Faloria)
1950 La villa dei mostri (La ciudad de los monstruos)
1949 L’Amorosa menzogna (La mentira amorosa)
1949 Bomarzo
1949 Ragazze in bianco (Muchachas de blanco)
1949 Sette canne, un vestito (Siete perros, un vestido)
1949 Superstizione (Superstición)
1948 Nettezza urbana (Limpieza urbana)
1948 Oltre l’oblio (Tras el olvido)
1948 Roma-Montevideo
1943 Gente del Po (Gente de Po)

INGMAN BERGMAN


INGMAN BERGMAN


Ingmar Bergman nació en la ciudad de Uppsala, en Suecia, un 14 de julio de 1918. Fue hijo de un pastor protestante, duro de carácter, quien le enseñó la religión y metafísica, temas que después tomaría en el cine.

Gran amante del teatro, Ingmar Bergman dirigió más de un centenar de obras de teatro, y escribió más de una decena de éstas. Fue influenciado enormemente por los dramaturgos suecos August Strindberg (El Padre, Crímenes y Crímenes, Señorita Julia) y Henrik Ibsen (Casa de Muñecas, Hedda Gabbler).

También fue un granadmirador de las obras del británico William Shakespeare (El Mercader de Venecia, Hamlet, Macbeth, Rey Lear, entre otras), y del francés Jean-Baptiste Poquelin, quien fuera mejor conocido com Molière (Tartufo, Don Juan, el Misántropo).

En el cine destacó enormemente, adelantándose a su época, al grado que los 3 festivales de cine más importante del mundo no reconociero su gran contribución al cine universal, sino hasta tiempo después.

Pese a haber contado con 9 nominaciones en los Óscares, jamás se le otorgó un premio de la Academia, solo en 1971 le otorgaron el premio especial Irving G. Thalberg, por ser un “productor creativo que ha sido responsable de una constante producción fílmica de alta calidad”.

El Festival Internacional de Cine de Cannes jamás le otorgó la Palma de Oro, sin embargo, en 1997 le otorgaron la Palma de Palmas, premio especial de la 50to edición del festival, designada por directores ganadores de Palmas de Oro hacia un director que no haya recibido el máximo galardón, sin embargo, cuyo cine lo merezca. Y un año después, en 1998, le otorgaron el Premio del Jurado Ecuménico, por el conjunto de sus trabajos.

La Bienal de Venecia tampoco fue benevolente con Bergman, ya que pese a haber estado en la competencia oficial de dicho festival en 5 ocasiones, jamás le fue concedida el León de Oro. Sin embargo, se redimieron en 1971, al otorgarle el León de Oro por su trayectoria fílmica.

Solamente la Berlinale le otorgó su máximo premio, el Oso de Oro, y ésto, una sóla vez, en 1957 por su película Fresas Salvajes.

Pese a haber fallecido, sus películas nos acompañarán por siempre.
Descance en paz uno de los más grandes artistas cinematográficos de todos los tiempos.





Filmografía de Ingmar Bergman:

1986 Dokument Fanny och Alexander (Detrás de Cámaras de “Fanny y Alexander”)
1982 Fanny och Alexander (Fanny y Alexander)
1980 Aus dem Leben der Marionetten (De las Vidas de las Marionetas)
1978 Höstsonaten (Sonata de Verano)
1977 The Serpent’s Egg (El Huevo de la Serpiente)
1976 Ansikte mot ansikte (Cara a Cara)
1973 Scener ur ett äktenskap (Secretos de un Matrimonio)
1972 Viskningar och rop (Gritos y Susurros)
1971 Beröringen (El Toque)
1969 En passion (La Pasión de Ana)
1968 Skammen (La Vergüenza)
1968 Vargtimmen (La Hora del Lobo)
1967 Stimulantia, segment “Daniel” (Stimulantia, episodio “Daniel”)
1966 Persona (Persona)
1964 För att inte tala om alla dessa kvinnor (¡Esas mujeres!)
1963 Tystnaden (El silencio)
1962 Nattvardsgästerna (Los comulgantes)
1961 Såsom i en spegel (Como en un espejo)
1960 Djävulens öga (El ojo del diablo)
1960 Jungfrukällan (El manantial de la doncella)
1958 Ansiktet (El rostro)
1958 Nära livet (En el umbral de la vida)
1957 Smultronstället (Fresas salvajes)
1957 Det sjunde inseglet (El séptimo sello)
1957 Bakomfilm smultronstället
1955 Sommarnattens leende (Sonrisas de una noche de verano)
1955 Kvinnodröm (Sueños)
1954 En lektion i kärlek (Una lección de amor)
1953 Gycklarnas afton (Noche de circo)
1953 Sommaren med Monika (Un verano con Mónica)
1952 Kvinnors väntan (Tres mujeres)
1951 Sommarlek (Juegos de verano)
1950 Sånt händer inte här (Esto no puede ocurrir aquí)
1950 Till glädje (Hacia la felicidad)
1949 Törst (La sed)
1949 Fängelse (Prisión)
1948 Hamnstad (Ciudad Portuaria)
1948 Musik i mörker (Noche eterna)
1947 Skepp till India land (Barco hacia la India)
1946 Det regnar på vår kärlek (Llueve sobre nuestro amor)
1946 Kris (Crisis)

domingo, 22 de julio de 2007

HARRY POTTER AND THE DEATHLY HALLOWS



HARRY POTTER AND THE DEATHLY HALLOWS

Chicos y chicas de las cuatro esquinas del planeta amanecieron ya el jueves frente a librerías londinenses, a la espera de Harry Potter and the Deathly Hallows, el séptimo y último tomo de la serie del mago más famoso del mundo escrita por la escocesa J.K. Rowling.

Quieren ser los primeros que tienen en sus manos el libro que revela el fin de la serie de Harry Potter, y los primeros que se enteran si el joven hechicero sobrevive a sus últimas y escalofriantes aventuras.

Ilsa Van Aert, de 26 años, llegó el miércoles con otras 13 holandesas a una gran librería en Picadilly (centro de Londres), donde esperaban ya jóvenes de Finlandia, México, Bélgica, entre otros países, la mayor parte de ellos disfrazados de personajes de la saga.

Laura Halinen, una finlandesa de 23 años, que estaba disfrazada de maga, dijo que viajó a Londres porque esta era “la mejor fiesta de Harry Potter en Europa, y quizá en el mundo”.

El último tomo de la exitosa serie, cuyos seis capítulos anteriores han vendido más de 325 millones ejemplares, en 64 idiomas, será lanzado en su edición en inglés a las 00:01 hora Londres (23:01 GMT del viernes), simultáneamente en todo el mundo, excepto en Estados Unidos, Canadá y México, donde saldrá un minuto pasada la medianoche del viernes, hora local.

Paralelamente, J.K. Rowling firmará ejemplares y leerá el primer capítulo del libro en el imponente museo de Historia Natural de Londres, reservado a 1.700 aficionados sorteados entre 80.000 aspirantes.

Esta lectura “bajo la luna” será retransmitida en directo por Internet, y la autora participará en un “Chat” el 30 de julio, indicó la editorial Bloomsbury.

Las vitrinas de cientos de librerías londinenses, que permanecerán abiertas toda la noche del viernes a sábado, muestran la tapa de la edición en inglés de “Harry Potter and the Deathly Hallows”, en que aparece el joven hechicero y sus mejores amigos en la escuela de magia y brujería Hogwarts, Ron Weasley y Hermione Granger.

“A Harry se le ha asignado una tarea oscura, peligrosa y aparentemente imposible”, dice la contratapa de la edición para adultos, que muestra en su tapa un pendiente con la letra “S”.

“Debe abandonar la calidez, seguridad y camaradería y seguir sin miedos el inexorable camino tendido para él”, agrega.

Las librerías de Londres preparan fiestas nocturnas para recibir al libro esperado con ansiedad por millones de niños y jóvenes en el mundo entero.

El suspenso y anticipación que rodea “Harry Potter and the Deadly Hallows” se acrecentó luego de que Rowling anunció en junio que dos los personajes de la historia morirán en el último capítulo, lo que ha llevado a muchos lectores, y también a apostadores, a especular si el joven mago será uno de ellos.

Según la casa de apuestas británica William Hill, un 99% de sus clientes estima que Harry Potter no sobrevivirá.

Algunos lectores temen que morirá a manos del maléfico hechicero Lord Voldemort, que asesinó a los padres de Harry, y otros especulan que se suicidará.

Incluso antes de llegar a las librerías, el séptimo tomo ya ha batido récords: más de 2 millones de pedidos, lo que permite asegurar que superará el volumen total de ventas del sexto tomo, “Harry Potter y el príncipe mestizo”, que vendió 65 millones de ejemplares en todo el mundo.

Las fuertes medidas de seguridad tomadas por Bloomsbury, que incluso ha transportado los libros en camiones vigilados por satélite, no han impedido que circulen rumores de que el libro ha sido pirateado.

Páginas que aparecieron en internet fueron rápidamente suprimidas, al tiempo que Rowling advirtió a sus lectores que no se dejen engañar por la serie de rumores falsos sobre la trama del último libro de Harry Potter.

“Siempre habrá personas lamentables que disfrutan mucho arruinando la diversión de los otros”, indicó en su página web la escritora, que pidió a los millones de lectores de Harry Potter que “se embarquen en la última aventura que comparten con él sin saber hacia dónde irán”.

“Los aguafiestas no impedirán que la gente adquiera el libro, lo único que harán es disminuir el placer de leerlos”, aseguró la escritora.