domingo, 20 de mayo de 2007


TOTALMENTE SEXO

OSCAR WILDE; UNA VIDA DIFERENTE

Dr. Mario de Jesús ARIAS CRUZ

17 de mayo, Día Mundial Contra la Homofobia

Amables lectoras y lectores, afectuosos saludos:
La literatura, es una de las bellas artes que podemos disfrutar, en ella han existido múltiples y tan variados escritores, con historias y estilos de vida tan diferentes, que sería prácticamente imposible mencionarlos y mucho menos comentar algo de estos personajes; a lo mejor lo único que han tenido en común, ha sido el pretender transmitir sus pensamientos y dejar a la posteridad un rasgo o girón de sí mismos, que la humanidad los pudiera recordar y caracterizar, así como mantenerlos siempre en la memoria hasta la posteridad, por lo que escribieron o por lo que fueron.
Uno de ellos fue Oscar Wilde, que en su obra cumbre: “El retrato de Dorian Gray”, transmitió el deseo ferviente del ser humano por no envejecer, por no morir y transcurrir toda su vida en el mejor estado físico y de ánimo, que permitiría en los que se interesaran en sus escritos, empezar a entender que detrás de sus personajes, había un gran sufrimiento interior, que al paso de los años se entendió.
Su mayor sufrimiento, fue que él era homosexual en una sociedad británica, purista y restringida; muy cerrada, que de haber sabido su real forma de vivir su sexualidad, hubiera sido denostado y segregado y porqué no decirlo, hasta prescrito, por tan cerradas mentes de esos años.

Eran los tiempos de la moral victoriana, en los cuales, el gran imperio británico, se erigía como el que podía decidir y señalar lo que se debía hacer, quien marcaba las pautas de moral y buenas costumbres, la que se permitía hacer dentro de sus filas lo que quisieran, pero a quienes no eran de esa sociedad, eran señalados y denostados como parias, por no acatarse a las reglas morales de aquel tiempo (si lo dijéramos en el lenguaje coloquial de nuestros lares), “Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”.

Justo es acotar que correspondió a ese gran paso dado, el inicio de la debacle moralista y, que ahora transformada en apertura, nos hace entender que denostaron a cuantos se pusieron en su camino, pero jamás acataron sus propias reglas, para evitar ser señalados a sí mismos como los grandes transgresores de tales normas: La moral para reprimir pero no para formar.

Cuando en nuestros tiempos y nacientes sociedades a la apertura, nos encontramos con miles de moralistas, que señalan tan acremente como los tiempos de la moral victoriana, la incapacidad para soportar y ya no digamos, para entender y mucho menos, aceptar a los homosexuales -que curiosamente se cuentan también en grandes cantidades dentro de sus filas-.

El no aceptar la homosexualidad en otras personas, es por la simple y sencilla razón de no aceptarla en sí mism@s. Recordemos que en el fondo, todos los seres humanos tenemos algún rasgo de homosexualidad, que al no aceptarlo (porque no lo vemos en nuestro ser), sí lo podemos ver con claridad y hasta magnificar en otras personas y, por lo tanto, se nos hace total y completamente inaceptable, para nuestras moralistas mentes.

Cuando nacemos, tenemos una asignación sexual por genética, pero la misma tenemos que aceptarla antes que nada para poder ejercerla a satisfacción y, esto forma parte de un proceso que se va dando, con el desarrollo de la vida misma, y que no corresponde a nuestra voluntad.

Esto motiva a que muchas personas, que en el desarrollo de sus vidas y en el desarrollo psicosexual, no han podido aceptar su propia sexualidad, terminan por rechazarla de forma totalmente inconsciente y es por consecuencia, que lo harán más fácilmente en los homosexuales con quienes se cruzan en el camino, antes de darse cuenta de sus propias dificultades en su aceptación sexual, o como dijera la sentencia bíblica: “Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Si cada un@ de nosotr@s nos fijamos en nuestro comportamiento, en nuestra forma de desenvolvernos y en el modo de comportarnos, podremos descubrir que existen más rasgos de homosexualidad de los que ningún instante nos habíamos imaginado podríamos tener, o que si acaso alguna vez los pudimos visualizar, nos lo perdonamos, pero no lo podemos perdonar, ni mucho menos aceptar en otras personas de nuestro entorno.

La homosexualidad, ha sido con la historia de la humanidad, un rasgo de pérdida de identidad sexual, al no aceptar el sexo que tuvimos asignado al nacer; podrá influir no uno sino varios factores, pero lo determinante será nuestra actitud ante la sexualidad misma.

Aquell@s que están tan pendientes del comportamiento y actitud sexual de l@s demás, generalmente es porque no puede identificar que en sí mism@s hay marcados signos de homosexualidad, que no pueden ver.

Y para mala fortuna, porque así lo manifiestan, muchas ocasiones resulta que en sus familias puede no haber una, si no varias personas homosexuales, que no entienden y mucho menos aceptan.

Tantos otros consideran a la homosexualidad como una enfermedad, como si fuera posible “curarla” si se presenta en alguien cercano, he tenido en el consultorio, padres o madres que llevan a un hijo o una hija, porque al descubrir su homosexualidad, esperan que establezca su servidor, una cura rápida y pronta, para no sentir el escarnio público.

Cuánt@s otros “descubren” su homosexualidad al paso de los años, y luego inventan historias para poder ejercerla, como si nunca lo hubieran sido, cuando saben perfectamente que siempre fueron homosexuales, pero estuvieron reprimidos por tanto tiempo.

A propósito del Día Mundial Contra la Homofobia, y con buena razón, ¿Nos podremos dedicar a escudriñar nuestra sexualidad y buscar reafirmarla, antes de estar pendiente de la homosexualidad de los demás?