sábado, 28 de abril de 2007

LA HISTORIETA DEL RECUERDO






La historieta del recuerdo

El cómic mexicano, especie en extinción

Nada es eterno, las imágenes se desvanecen, los demonios han cambiado de color y las voces ya no tienen la misma consistencia. El cómic mexicano clásico es una especie en extinción o como muchas otras expresiones de los adentros se ha convertido en una voz subterránea.
La época de oro
En aquellos días cuando la televisión todavía no se convertía en el pariente incómodo de cualquier familia, en aquellos días cuando la radio era la voz de nuestros fantasmas y el cine era una experiencia mágica, en los puestos de periódicos levantados en cada esquina se podían encontrar las historietas, las clásicas historietas mexicanas, donde desfilaban los tonos oscuros de Lágrimas y risas, las historias cadavéricas de Mitos y leyendas mexicanas, la historia del negro sobajado pero feliz de Memín Pinguín, el humor rabioso de La familia Burrón, las inverosímiles aventuras de Rolando el Rabioso y los cuentos matemáticos de Los Supersabios, además de todos aquellos cómics traídos desde el norte, como Archie, La pequeña Lulú y los personajes de Walt Disney.
Los primeros desparpajos del cómic mexicano se dan a principios del siglo pasado, cuando Juan Bautista Urrutia creó las historietas de la fábrica de cigarros El Buen Tono, que tenían por objeto persuadir a los lectores a consumir su producto. Era 1904 cuando nacían estas historietas, se presentaban en cinco o seis series autoconclusivas, que eran publicadas en los principales diarios de la época como El Imparcial, El Mundo Ilustrado, El Universal, Excélsior y El Demócrata.

Para 1922, el mismo autor creó una serie llamada Ranilla, que también se publicaba en los diarios de la época. En este caso, el protagonista es un muchacho pueblerino que nace en la provincia mexicana y emigra al Distrito Federal donde entra en contacto con la inalcanzable aristocracia. Y a pesar de carecer de un apellido de alcurnia, su hábito de fumar lo hace salir avante de las diferentes situaciones que enfrenta.
Ya en la década de los 30, hacen su aparición las revistas Pepín, Chamaco y Pinocho, que reproducían las historietas estadounidenses y además integraban algunas mexicanas. De acuerdo con los números de esos tiempos, a la semana se llegaban a imprimir hasta cinco millones de ejemplares, entre nacionales y extranjeras, por lo que se le llamó la época de oro.
En 1947, surgía una publicación semanal llamada Memín Pinguín, donde se narraban las desventuras de un niño negro y de su madre que a la mínima provocación amenazaba con una zoquetiza que al final se convertía en besos y arrumacos. Un año después doña Borola, don Regino y toda la fauna de La familia Burrón hacía acto de aparición y los enormes cigarros de papel de Doña Borola se hicieron parte de los mexicanos que se convertían en animales urbanos.
Un poco más tarde, para los años 50 y 60, salieron a la luz historias como las de Hermelinda Linda, Los Supersabios, Chanoc, Kalimán y Lágrimas, risas y amor; esta última se convirtió en un fenómeno que contaba los avatares de personajes amorosos, canallescos o venidos de lugares paradisíacos como la curvilínea y enigmática "Rarotonga". Las estadísticas de esos ayeres marcan que publicaciones como Kalimán y Lágrimas y risas rebasaban por mucho el millón de ejemplares vendidos cada semana. Fantomas, la amenaza elegante se deja ver en 1966 y sus aventuras eran seguidas por todos aquellos que veían a la televisión como un bicho raro, aquellos que hacían de la calle el escenario natural de sus minutos.

Cada viernes el ritual se repetía. En el puesto de periódicos se exhibía el nuevo número de Lágrimas y risas, donde la historia de un tipo que era conocido como "El canalla" adornaba las páginas de tono sepia de la publicación. Se trataba de un individuo malo como pocos, de mirada intensa y desafiante, golpeado por la vida y dispuesto a vengarse de todos aquellos que le habían jugado a la mala.
La revista pasaba primero por las manos maternas, paternas, los hermanos más grandes y al final era engullida por los menores. Algunos lectores de la época recuerdan que "El canalla" era el tipo de moda; los más malos de la cuadra se habían ganado el apodo de "El canalla".
Historietas familiares
El cómic o la historieta mexicana se convirtió en la fuente de lecciones de vida a seguir. Los virtuosos triunfaban al final, los malosos recibían su castigo ejemplar, hasta los rateros se redimían como "Ruperto Tacuche", de La familia Burrón, historieta donde doña Borola soñaba con ser rica, tener una criada llamada Jennifer, como la de su amiga "Cristeta", y no tener que hacer milagros para darle de comer a su prole. El mundo parecía menos complicado, no había por qué buscar los tonos oscuros o malignos alrededor de las historias.

Los estudiosos señalan que la historieta se convirtió en otro factor en favor de la unión familiar cuando la televisión todavía no invadía las intimidades, y en muchos casos asumió un papel de educadora y de forjadora de un extraño hábito a la lectura. Se documentan casos en los cuales los analfabetas atraídos por los dibujos aprendieron a leer y se dejaron cautivar por los embustes de la hermosa y maléfica "Rubí". Otro punto en favor era el reducido costo de las revistas que costaban, por ejemplo, diez centavos, cuando el salario mínimo era de cinco pesos diarios.
"La historieta mexicana es impecable, está bien hecha, los argumentos responden a una serie de peculiaridades del mexicano, digamos La familia Burrón, Los Agachados, Hermelinda Linda. Esta historieta netamente mexicana propone una forma de ser de lo que podríamos denominar como mexicano. Son muy creativas, imaginativas, el humor es muy particular y de ahí su popularidad", afirma la académica María Eugenia Chellet, coautora del libro Mitos y monitos, editado por la UNAM.
Más allá de los tirajes que podían rebasar el millón de ejemplares y de que los editores obtenían ganancias respetables, los dibujantes y argumentistas tenían que multiplicarse para mal ganarse la vida. Al respecto, don Rubén Lara, creador de Fantomas, señala: "La historieta siempre ha estado mal pagada y el dibujante es difícil que pueda mejorar su calidad cuando tiene que realizar historietas en tiempos cortos. Esa combinación es la que ha dado al traste con la historieta mexicana que en realidad es un fenómeno que está afectando a toda la historieta mundial, pero desde luego a nosotros nos está yendo peor que en otras latitudes".

De aquel esplendor de la historieta, don Sixto Valencia Burgos, creador del dibujo de Memín, recuerda las reglas impuestas: "Había algunas reglas que se debían respetar a la hora de dibujar, por ejemplo, no podía dibujar muy frondosas a las chamacas, no debía verse el pecho. Otra particularidad era que intentábamos estrenar palabras, es decir, palabras que no eran tan usuales en el vocabulario, las metíamos al argumento y las explicábamos a los lectores dentro de la historieta".
Lo que podríamos llamar la época de plata de la historieta mexicana se extendió hasta los años 70. En los puestos de cada esquina circulaba Chanoc y sus estrafalarios personajes donde pululaban una especie de cavernícolas que vivían empeñados en tumbar aviones a golpe de rocazos.
Además, el fenómeno derivado de Lágrimas, risas y amor tomaba gran fuerza, y personajes como "Rarotonga" se convertían en la inspiración de los sueños platónicos de la tribu de adolescentes que crecía en la ciudad de México. La isla misteriosa donde habitaba la voluptuosa morena era el tema que carcomía las imaginerías de cómo sería estar con una mujer así.
Conquistas de la historieta
Años más tarde, "Rarotonga" sería llevada al cine. La seudo vedette Gloriella, rellenita por los silicones, no llenaba las expectativas, la escenografía de cartón-piedra que pretendía ser la isla del enorme mito causaba humor involuntario y el actor Raúl Ramírez, quien quiso ser el doctor que caía ante los embrujos de "Rarotonga" no conmovió a nadie. El personaje aún danza en los recuerdos y arranca más que algunos suspiros.

De los responsables de Lágrimas, risas y amor también surgió una historieta que tuvo como nombre Fuego, en la cual se contaba la lucha por la independencia de lo que hoy se llama Haití. Con los típicos excesos de dramatismo, se narraban las cruentas historias de quienes lucharon contra la ocupación francesa en la isla y la historieta se convirtió en un gran fenómeno de ventas.
Manelick de la Parra, presidente y director general de Grupo Editorial Vid, hijo de Yolanda Vargas Dulché, autora de grandes éxitos como Lágrimas y risas, habla de lo que significó esta historieta: "La suma es que son historias románticas, bonitas, positivas, donde el personaje central se abre camino a base de esfuerzo y se impone ante la adversidad, pues obviamente hizo que Lágrimas y risas fuera un parámetro a seguir".
Otra de las piedras angulares de la historieta mexicana antes de su debacle fue Kalimán. En 1965, teniendo como referencia que la radionovela donde se narraban las aventuras de este héroe era todo un éxito, un grupo de dibujantes y argumentistas se dio a la tarea de darle rostro y voz impresa. En poco tiempo, Kalimán se convirtió en un gran negocio, los tirajes llegaron a rebasar los dos millones y su fulgor se extendió hasta bien entrada la década de los 70.
"Serenidad y paciencia, mi pequeño Solín", se convirtió en una frase que era usada por más de uno ante situaciones complejas.

A la par de las historias propicias para la bondad y el final feliz, surgió en la década de los 60 una historieta que rompió esquemas y que se valió de la crítica política para ganar un buen número de seguidores. Encabezados por "Rius", un grupo de desfachatados dio vida en primera instancia a Los Supermachos. De golpe y porrazo aparecieron personajes como "Calzonzin Inspector", "El Licenciado Trastupijes" y "Nopalzin Reuter", entre otros demonios que se dedicaron a diseccionar la realidad nacional en un pueblo perdido en la provincia.
Más tarde llegaron Los Agachados y además de los problemas nacionales y en un tono bastante pedagógico se explicaban temas internacionales, se retomaban las luchas sociales y se buscaba acercar al lector a las tesis del socialismo. "Rius" también aprovechó el espacio para hablar del vegetarianismo, para tronar contra la comida chatarra y ponderar la cura con yerbas.
Y la historieta se desdibuja

La televisión se convirtió en un obstáculo difícil de sortear. Las telenovelas, los programas musicales, de comicidad y la transmisión de los deportes hicieron de la mal llamada "caja idiota", el pariente incómodo de muchos hogares mexicanos y cada vez más. Telesistema Mexicano y más tarde Televisa, comandados por Emilio Azcárraga, se transformaron en un poder muy cercano a los planteamientos del rumbo del país. El noticiero 24 Horas informaba sólo lo que al gobierno le convenía; hechos de sangre como el 68 y el jueves de Corpus de 1971 fueron editados al estilo de la amistad que mantenían Televisa y el régimen priísta; el país era un verdadero paraíso donde pasaba nada.
La década de los 70 puede ser marcada como el inicio del boom de la televisión por su abaratamiento. La transmisión a todos los rincones del mundo de los Juegos Olímpicos de 1968 dejó muy bien parada la capacidad tecnológica de Telesistema Mexicano. Azcárraga Milmo tenía derecho de picaporte en Palacio Nacional. En pocos años, la televisora se empezó a dar el lujo de crear estrellas y, cuando quisiera, también dejarlas en el olvido. La televisión no tenía competencia, el cine entró en una crisis que todavía no termina de superar, la radio mantenía su nicho de seguidores y las historietas poco pudieron hacer ante el avance de los televisores.
A la TV
Las telenovelas pronto desplazaron a los eternos melodramas de Lágrimas y risas, incluso, varias historias de este cómic se convirtieron en exitosos dramas televisados como María Isabel, Yesenia, Rubí, Gabriel y Gabriela y El pecado de Oyuki, entre otros argumentos de Yolanda Vargas Dulché. También la cinematografía retomó los argumentos de la historieta en cuestión y perpetró varios largometrajes que tal vez se encuentren en el álbum de la ignominia y el humor involuntario.

Los analfabetas que encontraban en los dibujos y los diálogos mínimos de la historieta un paraíso, pronto cayeron en manos de la barra programática producida y transmitida por Televisa. Los tirajes de las historietas antes exitosas bajaban cada día más y muchos títulos tuvieron que desaparecer ante una crisis interminable. La televisión estaba lista para asumir el mando del entretenimiento. Si bien existían programas memorables como Ensalada de locos o Los polivoces, los mexicanos aguantaron con verdadero estoicismo las lágrimas de cartón de algunos "artistas" que se vieron encumbrados con las telenovelas.
Thelma Camacho, historiadora de la UNAM, habla de la crisis de la historieta: "En sus inicios, la historieta era un medio que no tenía la competencia de la tele, eran sólo el radio y la historieta, y ahora la mayor parte del tiempo libre se dedica a la televisión, además la gente lee muy poco. Por otro lado, hubo una época en la que la historieta estuvo buscando no dirigirse al pueblo sino a las clases medias; creo que en el momento que buscó a las clases medias perdió a sus lectores".
Durante los años 70 no se documenta el nacimiento de una historieta que haya dejado profunda huella. Lágrimas y risas, La familia Burrón, Kalimán y Chanoc sobrevivían con bajos tirajes, eran seguidos por los lectores aferrados y cada día disminuía el número de compradores de esas revistas. El hábito de comprar cada semana la historieta pronto quedó en el olvido, el ejemplar que pasaba por las manos de todos los habitantes de cualquier vivienda era ya una leyenda. El carácter directo y superfluo de la televisión atrapó a las mayorías, ya no era necesario gastarse la vista con dibujitos y diálogos en los globitos.
Hacia 1980, un grupo de creativos se dio a la tarea de darle forma a un personaje forzudo, mañoso, de buen corazón y mirada gandalla, se trataba de El Pantera, una especie de justiciero con pinta de judicial, un James Bond muy capitalino. Su mayor tiraje fue de 600 mil ejemplares y actualmente sólo salen a la venta 38 mil. Esto pareció ser el renacimiento de la historieta pero todo quedó en un buen intento.
Durante los últimos 20 años, México ha registrado un franco descenso en el índice de compradores de publicaciones, y por ende de lectores. Todavía, hasta la década de los 70, un significativo segmento de la población dedicaba parte del día a las lecturas que iban del periódico a las revistas; de las novelas a las historietas. En esos años, 44% de la población leía una historieta a la semana y con el paso de los años, la cifra se derrumbó y el consumo de las revistas cayó bajo las miradas incrédulas de historietistas y editores.

En esos tiempos de crisis, que todavía no llegan a su fin, en los puestos aparecieron El libro vaquero y El libro semanal. El primero era una suerte de recreación del viejo Oeste con nombres gringos, mujeres fatales y argumentos inverosímiles. El segundo se centraba en las historias de amor y desamor, traición y abandono, todo un paisaje de pasiones humanas, pero al final el bien salía triunfante.
El desgaste de la historieta dejó prácticamente en la calle a muchos. Los argumentistas y los dibujantes eran empleados para matizar y dar una visión más mexicana a los cómics estadounidenses que eran reciclados en nuestro país. Don Sixto Valencia Burgos, creador del dibujo de Memín, tiene su visión de qué pasó con el correr de los años: "Actualmente, la historieta mexicana está perdida un poco porque a la gente ya no le llama mucho la atención leerlas, han bajado muchísimo en cuestión de ventas. Esto se debe a que la televisión es gratuita y que absorbe demasiado; la gente como que es floja para leer".
En los años recientes se ha desatado un furor de historietas plagadas de aventuras de choferes, galanes y, sobre todo, de mujeres con voluptuosos cuerpos en busca de relaciones sexuales con todo aquel que se los proponga. El especial de choferes, traileros, luchadores y demás, son las nuevas joyas de una corriente de historias que en ocasiones rayan en la pornografía. A la menor provocación se dan los albures y las historias truculentas. Don Rubén Lara, creador de Fantomas, se refiere a los nuevos tiempos: "Ahora las revistas se han ido por el lado de la pornografía y eso ha hecho que se pierda el respeto y el interés por esas revistas que están siempre al alcance de la familia, esa era la gran ventaja de que uno podía traer estas revistas a casa. El Chamaco, El Pepín y todas las demás, mínimo cada revista era leída por cuatro o cinco personas".
De acuerdo con cifras de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), en 1996 existían 32 diferentes títulos de historietas, fotonovelas y cómics, y para 1997, los títulos llegaron a 74, sin embargo, los tirajes totales bajaron de 61.1 millones en 1996 a 23.8 millones un año después.
Cambio de rumbo
Gonzalo Araico, presidente de la Caniem, da mayores detalles sobre la crisis de la historieta: "El declive en el caso de la historieta tiene que ver más con la moda. Recuerdo que las fotonovelas fueron muy exitosas en su momento y ahora ya no circulan, esto tiene que ver con la cultura y con el uso de publicaciones, tienen su ciclo de vida. En el caso de Japón circulan muchísimo los mangas, son exitosas y se publican por millones; creo que Japón tiene un alto nivel cultural y al mismo tiempo, un elevado índice de ventas. Para que en México se pongan de moda se tendrían que modernizar. Actualmente circulan casi tres mil títulos de historietas a nivel nacional, pero de esos, 60% son de importación".

La investigadora de la UNAM María Eugenia Chellet también pone algo muy en claro, la urgencia de que los argumentistas, dibujantes y editoriales se ajusten a los nuevos tiempos: "Creo que la historieta en México tiene que cambiar, los editores tienen que reelaborar sus productos y darse cuenta que no pueden darle a la gente lo mismo que le dieron durante 40 años, el público permaneció constante desde los años 30 hasta los 80, pero ya en los 90 hubo un quiebre de estas industrias, se empezaron a retirar del mercado series y series y series".
Además de las andanzas seudo eróticas que cada vez pululan más en los puestos de periódicos, se dieron las reediciones de Memín Pinguín, Lágrimas y risas, La familia Burrón y Kalimán, pero sus argumentos resultan claramente desfasados en una sociedad en franca evolución, bombardeada por publicidad, medios de comunicación, política, y cada vez más ligada a las herramientas electrónicas, con menos interés en adentrarse en la vida de personajes de buen corazón y preocupaciones familiares.
La otra competencia
Para cerrar el círculo en torno a la infausta crisis de la historieta mexicana, hay que hablar del llamado manga japonés. En los años recientes las historietas venidas del lejano oriente se han convertido en la gran sensación entre el público. Las gestas heroicas de personajes de grandes ojos, piernas largas y mirada cuasi inocente han encandilado a niños y jóvenes.
El negocio que arrastra el manga japonés es redondo. A la par de la historieta, surgen las tarjetas de los personajes, juegos para las tarjetas, cd rooms, posters, calcomanías, videojuegos y en algunos casos el personaje con articulaciones. Además, la televisión es la gran aliada en este negocio pues transmite decenas de caricaturas plagadas de héroes que se transforman en todo y juegan a la filosofía oriental.
La historieta japonesa es otro gran contrincante para los creadores nacionales, pues ni las aventuras de los superhéroes estadounidenses opacan el fulgor de los personajes nipones. Aunque valga reconocer que los dibujos de Japón tienen su valor artístico, también existen los puntos radicales cuando el manga se transforma en "ninfetas" deseosas de carne y los guerreros salpican de sangre a la búsqueda de saciar el calor interno de las heroínas de ojos grandes y piernas interminables.
El papel es de muy alta calidad para permitir una excelente impresión de las tintas a color casi de calidad fotográfica, mientras que la creación de los personajes, dibujos, tirajes, costos y distribución, también son factores que dejan al resto de los cómics sin posibilidad de competir.
Voces del inframundo
Si bien el panorama es un tanto desolador para la historieta mexicana clásica, existen expresiones subterráneas, sustentadas en un trabajo casi artesanal y sobre todo con una visión más abierta y apegada a los nuevos tiempos que vivimos.
A fines de los 80 hizo acto de presencia Karmatrón y los transformables, una historieta influenciada por la ciencia ficción, los robots y un aire místico donde el "kundalini", una especie de energía interna, era el motor del mundo. Por otra parte, en Monterrey, en 1994, se generó un leve renacimiento de la historieta nacional. Dibujantes y argumentistas de esa ciudad pusieron manos a la obra para darle forma a Ultrapato, un cómic donde un pato adquiría superpoderes por vía de unos guantes de origen extraterrestre, su gran enemigo era otro superpoderoso; el mundo de Ultrapato estaba plagado de animales antropomorfos.
Bajo el aura de Ultrapato, nació un estudio dedicado a darle un nuevo rostro a la historieta mexicana. Con el nombre de Cygnus, un grupo de creativos escribía y dibujaba las nuevas andanzas de Ultrapato y de Valiants, una variación de la primera , un poco más adelante salió Lugo, un vampiro en busca de expiar culpas de muchas vidas anteriores.
Al tiempo, en Guadalajara se puso en circulación Xiuhcoatl, la serpiente de fuego, una saga donde se enfrentaban superhéroes, antiguos dioses aztecas y policías de mal talante, el encargado de esta historieta fue el Estudio Entropía. Como una muestra del trabajo artesanal podemos situar a Cerdotado, una suerte de Superman con carnes abundantes y nariz chata, todo esto creado por la editorial Psycomix.

Como corolario a una historia que se niega a morir, las palabras de Rubén Lara: "Creo que en los próximos años la historieta no va a desaparecer, se puede mantener, lo que sí creo es que ya no tenemos la historieta como la conocemos. El mercado está abierto para la historieta de calidad porque ahora tenemos que esforzarnos por hacer una revista que compita con el mercado, que cada vez es mejor, yo veo que Marvel y los japoneses tienen muchas de calidad, y si nosotros no logramos ponernos a la altura de ese trabajo, no va funcionar; quedarán sólo los que logren la calidad".

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